Considere a
Cornelio, el centurión. Este hombre no era un predicador o un ministro laico.
De hecho, siendo un Gentil, ni siquiera era contado entre el pueblo de Dios.
Pero, la Escritura dice que este soldado era "piadoso, y temeroso de Dios con toda su
casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre"
(Hechos 10:2).
Aquí tenemos a
un hombre ocupado. Cornelio tenía 100 soldados bajo su orden inmediata, sin
embargo, oraba en cada momento libre. Y un día, mientras oraba, el Señor le
habló. Un ángel apareció, llamando a Cornelio por nombre. El centurión lo
reconoció como la voz de Dios y contestó: "¿Qué es, Señor?" (10:4).
El Señor le
habló directamente a Cornelio, diciéndole que buscara al apóstol Pedro. Le dio
instrucciones detalladas, incluso nombres, una dirección, aún las palabras que
decir. Entretanto, Pedro estaba orando en un tejado cuando allí “le vino una
voz" (10:13). De nuevo, el Espíritu Santo dio instrucciones detalladas:
"Pedro, estás a punto de oír a unos hombres en la puerta. Ve con ellos,
porque los he enviado" (vea 10:19-20).
Pedro siguió a
los hombres a la casa de Cornelio para un encuentro verdaderamente divino. Lo
que pasó allí impactó a toda la iglesia Pentecostal Judía. El Señor abrió el
evangelio a los Gentiles. Pero, la cosa más dura para los creyentes judíos
aceptar era que Dios había hablado a un común e inexperto Gentil. No podían entender cómo Cornelio había oído
la voz de Dios tan claramente, y hablada con tal poder. Esto desafió a cada
creyente allí.
Pablo también
recibió una revelación de Jesús directamente del cielo. Él testificó que las
cosas que se le mostraron sobre Cristo no fueron enseñadas por ningún hombre.
Más bien, había oído la voz del propio Jesús, mientras estaba sobre sus
rodillas en oración. "Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio
anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de
hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo" (Gálatas 1:11-12).
"… agradó a Dios… revelar a Su Hijo en mí, para que yo le predicase entre
los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre" (1:15-16).
Ahora, había
grandes maestros en los días de Pablo, líderes que eran poderosos en la Palabra
de Dios, como Apolo y Gamaliel, y también los apóstoles que habían caminado y
hablado con Jesús. Pero Pablo sabía que una revelación de segunda mano de
Cristo no sería lo suficientemente buena. Tenía que recibir una revelación
siempre creciente de Jesús, de parte del Señor mismo.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


