“… Ve, y haz tú
lo mismo.” Lucas 10:37 (Leer: Lucas 10:30-37)
A María le encantaba la reunión grupal a mitad de semana
en la iglesia, donde ella y varios amigos se encontraban para orar, adorar y
debatir temas relacionados con el mensaje de la semana anterior. Ese día iban a
hablar sobre la diferencia entre «ir» a la iglesia y «ser» la iglesia en un
mundo herido. Estaba ansiosa por ver a sus amigos y charlar con entusiasmo.
Mientras tomaba las llaves, sonó el timbre. «Lamento
molestarte —dijo su vecina—, ¿estás ocupada esta mañana?». María iba a
explicarle que tenía que salir, cuando la vecina agregó: «Tengo que llevar el
auto al taller. Por lo general, vuelvo caminando o en bicicleta, pero me
lastimé la espalda y, por el momento, no puedo hacerlo». María dudó un instante
y, luego, sonriendo, dijo: «No hay problema».
Aunque solo la conocía de vista, mientras la llevaba a su
casa, se enteró de que el esposo padecía de demencia senil, y del tremendo
agotamiento que genera cuidar a alguien así. María la escuchó, se compadeció, prometió orar por ella y se ofreció a
ayudarla en todo lo que pudiera.
Aquella mañana, María no fue a la iglesia a hablar sobre
cómo compartir su fe, pero sí pudo transmitirle un poco del amor de Cristo a su
vecina, la cual estaba atravesando una situación difícil.
Señor, quiero ser tus manos y pies para quien lo
necesite.
La fe se manifiesta en nuestras acciones.
(La Biblia en
un año: Salmos 105 - 106 – 1 Corintios 3)
MARION STROUD - (Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")