“¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos
llame hijos de Dios!” 1 Juan 3:1
Cuando recién naciste
como cristiano, naciste de la misma forma que nació Cristo, porque naciste del
Espíritu Santo. ¿Qué pasó después de eso? El diablo intentó destruir la nueva
vida en ti, tal como Herodes trató de matar a tu Señor; tú estás en peligro
inminente e inmediato, igual que Cristo estuvo en peligro. Creciste en estatura
y en gracia, y cuando aún la gracia era joven, asombrabas a aquellos que te
rodeaban con las cosas que decías, hacías y sentías, porque no te podían
entender; igual que Jesús cuando fue al templo que asombró a los doctores de la
ley que se reunían a su alrededor. El Espíritu
de Dios vino a morar en ti, no en la misma medida, pero aún así descendió sobre
ti, como lo hizo sobre el Señor. Tú has estado con él en el río Jordán y
has recibido el conocimiento divino de que eres el hijo de Dios. Tu Señor fue
llevado al desierto para ser tentado y tú también has sido tentado por el
maligno. Has estado con el Señor todo el tiempo, desde el primer día hasta
ahora. Si has sido capacitado, por medio de la gracia, para vivir como debes,
has transitado los senderos apartados de este mundo con Jesús; has estado en
este mundo pero no has sido de él, santo, sin mancha, sin arruga y separado de
los pecadores. Por lo tanto, has sido despreciado. Has tenido que asumir tu
parte de pasar desconocido y sin alguien que te represente, porque eres como
fue él en este mundo.
(A través de la Biblia en un año: Salmos 21 - 24)
CHARLES SPURGEON - (Dev. “A LOS PIES DEL MAESTRO”)