Los fariseos y
saduceos vinieron y le exigieron a Jesús que les mostrase una señal del cielo
(ver Mateo 16:1). Jesús respondió:
"La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada,
sino la señal del profeta Jonás" (Mateo 16:4). Luego, Jesús reunió a
sus discípulos y preguntó: "¿Quién decís que soy yo? Respondiendo Simón
Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mateo
16:15-16).
Jesús declaró:
“Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni
sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mateo 16:17). Cristo estaba
diciendo: "No obtuviste esta revelación sólo por caminar conmigo, Pedro.
Mi Padre te la reveló desde el cielo". Para abreviar, Pedro recibió la
revelación gloriosa, inicial que viene a todos los que creen. La gloria de la
salvación de Cristo estaba siendo revelada en él.
Pero luego,
leemos, "Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era
Jesús el Cristo" (16:20). ¿Por qué Jesús dijo esto? ¿El cielo mismo no
había anunciado ya que él era el Cordero de Dios que vino a salvar al mundo?
El hecho es que los discípulos no estaban listos
para testificar de Él cómo el Mesías. Su revelación acerca de Él estaba
incompleta. No sabían nada de la cruz, del camino del sufrimiento,
de las profundidades del sacrificio de su Maestro. Sí, ellos ya habían sanado
enfermos, expulsado demonios y testificado a muchos. Pero aunque habían estado
con Jesús durante esos años, todavía no tenían ninguna revelación profunda y
personal de quién era Él.
El siguiente
versículo lo confirma: "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus
discípulos" (16:21). En otras palabras Cristo comenzó a revelarse a Sí
mismo ante ellos, mostrándoles cosas más profundas acerca de Él. El resto del
versículo continúa: "que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho
de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto,
y resucitar al tercer día".
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


