martes, 25 de agosto de 2015

El mejor don de Dios 25 agosto




Los dones de Dios son muchos; su mejor don es uno. Es el don de Sí mismo. Por encima de todos los dones. Dios desea más darse a Sí mismo a su pueblo. Siendo nuestra naturaleza lo que es somos las más apropiadas de las criaturas para conocer a Dios y gozarnos con Él. «Porque Tú nos has hecho para Ti mismo, y nuestro corazón no halla el descanso, hasta que lo halla en Ti» (de Las confesiones de san Agustín).

Cuando Dios le dijo a Aarón: «De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel» (Números 18:20), les estaba prometiendo de hecho una parte infinitamente por encima de todas las tierras de Palestina y toda la tierra que pudiera añadirse. Poseer a Dios... ésta es la final y suprema herencia.

Hay un sentido en el que Dios no da nunca un don excepto que se dé a Sí mismo con ello. El amor de Dios, ¿qué es sino Dios dándose a Sí mismo en amor? La misericordia de Dios es sólo Dios dándose en misericordia, y así con todas las otras bendiciones y beneficios tan libremente derramados sobre los hijos de la expiación. Bien hondo dentro de cada bendición divina está el Divino mismo morando como en un santuario.

Absalón moró dos años enteros en Jerusalén y no vio el rostro del rey. Aunque el rey era su propio padre. ¿No los hay muchos en el reino de Dios que no tienen consciencia de Dios, que parecen no saber que tienen derecho a sentarse a la mesa del Rey y a tener comunión con Él? Éste es un mal que yo he visto bajo el sol, y es una carga dura y penosa.

Conocer a Dios, esto es vida eterna; éste es el propósito para el cual somos y fuimos creados. La destrucción de nuestra consciencia de Dios fue el golpe maestro dado por Satanás en el día negro de nuestra transgresión.

Devolvernos a Dios fue la principal obra de cristo en redención. Impartirse a Sí mismo a nosotros en la experiencia personal es el primer propósito de Dios en salvación. Traer una aguda consciencia de Dios es la mejor ayuda que el Espíritu introduce en santificación. Todos los otros pasos en la gracia conducen a esto.

Si sólo se nos permitiera una petición, podríamos ganar de golpe todas las otras cosas pronunciando una oración inclusiva de todo: ¡Tú, Señor! Dame a Ti mismo, y nada más puedo desear.


A. W. TOZER - (“CAMINAMOS POR UNA SENDA MARCADA")







TRADUCCIÓN