Los dones de Dios
son muchos; su mejor don es uno. Es el don de Sí mismo. Por encima de todos los
dones. Dios desea más darse a Sí mismo a su pueblo. Siendo nuestra naturaleza
lo que es somos las más apropiadas de las criaturas para conocer a Dios y
gozarnos con Él. «Porque Tú nos has hecho para Ti mismo, y nuestro corazón no
halla el descanso, hasta que lo halla en Ti» (de Las confesiones de san Agustín).
Cuando Dios le
dijo a Aarón: «De la tierra de ellos no
tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en
medio de los hijos de Israel» (Números 18:20), les estaba prometiendo de
hecho una parte infinitamente por encima de todas las tierras de Palestina y
toda la tierra que pudiera añadirse. Poseer a Dios... ésta es la final y
suprema herencia.
Hay un sentido
en el que Dios no da nunca un don excepto que se dé a Sí mismo con ello. El
amor de Dios, ¿qué es sino Dios dándose a Sí mismo en amor? La misericordia de
Dios es sólo Dios dándose en misericordia, y así con todas las otras
bendiciones y beneficios tan libremente derramados sobre los hijos de la
expiación. Bien hondo dentro de cada bendición divina está el Divino mismo
morando como en un santuario.
Absalón moró
dos años enteros en Jerusalén y no vio el rostro del rey. Aunque el rey era su
propio padre. ¿No los hay muchos en el reino de Dios que no tienen consciencia
de Dios, que parecen no saber que tienen
derecho a sentarse a la mesa del Rey y a tener comunión con Él? Éste es un
mal que yo he visto bajo el sol, y es una carga dura y penosa.
Conocer a Dios,
esto es vida eterna; éste es el propósito para el cual somos y fuimos creados.
La destrucción de nuestra consciencia de Dios fue el golpe maestro dado por
Satanás en el día negro de nuestra transgresión.
Devolvernos a
Dios fue la principal obra de cristo en redención. Impartirse a Sí mismo a
nosotros en la experiencia personal es el primer propósito de Dios en
salvación. Traer una aguda consciencia de Dios es la mejor ayuda que el
Espíritu introduce en santificación. Todos los otros pasos en la gracia
conducen a esto.
Si sólo se nos
permitiera una petición, podríamos ganar de golpe todas las otras cosas
pronunciando una oración inclusiva de todo: ¡Tú, Señor! Dame a Ti mismo, y nada
más puedo desear.
A. W. TOZER - (“CAMINAMOS
POR UNA SENDA MARCADA")