Al fracasar en
sus ataques frontales contra el hijo de Dios, Satanás pasa frecuentemente a
medios más sutiles para lograr sus malvados propósitos. Recurre a métodos
retorcidos en su intento de apartar al cristiano de su tarea que Dios le ha
encomendado. Y frecuentemente logra sus propósitos involucrando al santo en alguna
otra ocupación y, de esta manera, distrayéndole.
Nehemías, aquel
buen siervo de Dios, se levantó de su llanto para hacer algo con respecto a una
visión que Dios había puesto en su corazón. En la providencia divina, fue
pronto transferido de Susa a su amada ciudad, Jerusalén, revestido de autoridad
y dotado de los materiales para reedificar la ciudad desolada.
Cuando los
propósitos y planes de Nehemías fueron dados a conocer a los hombres de
Jerusalén, todos se levantaron con un clamor decidido: «Levantémonos y
edifiquemos.»
La primera artimaña
del enemigo, al oír de la empresa, fue ridiculizar todo el plan. Sanbalat.
Tobías y Gésem se rieron de Nehemías y de sus colaboradores hasta el escarnio.
Sin amilanarse. Nehemías replicó con todo aplomo: «El Dios de los cielos, él
nos prosperará.» Y la obra prosiguió conforme al plan.
Después que
todos los otros medios hubieran fracasado en el intento de impedir la
reconstrucción, los conspiradores intentaron celebrar una conferencia con Nehemías.
El hombre de Dios vio en ello un malvado
propósito para perjudicarle y apartarlo de su monumental obra. Su réplica a
los que intentaban frenarle y dañarle es clásica, y bien podría ser adoptada
como respuesta normativa para todo este tipo de iniciativas: «Yo hago una gran
obra, y no puedo ir: porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros»
(Nehemías 6:3).
La gran tarea a
la que Dios había llamado a Nehemías era tan importante que se debía dejar a un
lado toda otra consideración. ¡Ojalá que nosotros tuviéramos un sentimiento tan
intenso de estar dedicados a los negocios de nuestro Padre que rechazáramos
toda sugerencia del maligno que quisiera llevarnos a alguna empresa menos importante!
Rechacémosle con aquellas palabras que se remontan al 445 a .C, y que no pueden ser
mejoradas: «Yo hago una gran obra, y no puedo ir.»
Las palabras de
Satanás, en su intento de distraernos, provienen a veces de los lugares más
inesperados. Marta quería sacar a María de su lugar donde estaba sentada a los
pies del Maestro. A veces, si nos descuidamos, nuestro mejor amigo puede
distraernos. O pudiera tratarse de alguna actividad muy legítima. Las exigentes
demandas de una actividad inacabable nos sacarían demasiadas veces y bien
pronto de los pies de Jesús. Estas distracciones deben ser de inmediato
despachadas, o sólo conoceremos «la esterilidad de la actividad».
Las agencias
cada vez más numerosas y las actividades insólitas de mucha de la actual
programación evangelística pueden servir para distraemos si no estamos en
guardia, y llevamos a algún serpenteante camino vecinal que acaba en vía
muerta. Nos mantendremos en la meta propuesta aferrándonos a la tarea de evangelización
mundial a la que Dios nos ha llamado mediante los métodos probados y
acrisolados que Dios ha bendecido, evitando así el lodazal de un infructuoso denominacionalismo
por una parte, y de una febril y estéril actividad por la otra.
En un mundo
como el nuestro, tenemos que dominar el arte, y mantenemos en él, de despachar
las distracciones.
A. W. TOZER - (“CAMINAMOS
POR UNA SENDA MARCADA")


