“Alzad vuestras
manos al santuario, y bendecid al Señor.” Salmo 134:2 (Leer: Salmo 134)
El Salmo 134 tiene solo tres versículos, pero es una
prueba de que lo bueno puede venir en envase pequeño. Los dos primeros
versículos son una advertencia a los sacerdotes que servían en la casa de Dios
noche tras noche. El edificio estaba oscuro y vacío; no sucedía nada
trascendente… o así parecía. De todos modos, se instaba a aquellos siervos,
diciéndoles: «Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid al Señor» (v. 2).
El tercer versículo es la voz de la congregación que clama en la oscuridad y
soledad nocturnas: «¡Que te bendiga desde Sión el Señor, creador del cielo y de
la tierra!» (RVC).
Pienso en otros siervos del Señor hoy: pastores y sus
familias que sirven en iglesias reducidas en lugares pequeños. A menudo, se
desaniman, se sienten tentados a abandonar, dan lo mejor de sí y trabajan sin
reconocimiento ni recompensas. Se
preguntan si a alguien le importa lo que hacen; si piensan en ellos, oran o los
consideran parte de sus vidas.
Yo les diría a ellos y a todos los que se sienten solos e
insignificantes: «aunque tu lugar sea pequeño, es santo». El Dios que hizo y
mueve el cielo y la Tierra está obrando en y a través de ti. Alza tus manos y
alábalo.
Todo el que hace la obra de Dios como Él desea es
importante ante sus ojos.
(La Biblia en
un año: Job 11-13 – Hechos 9:1-21)
DAVID H. ROPER - (Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")