“… Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó…” Josué 5:2
(Leer: Josué 5:13–6:5)
En 2008, los precios de
los inmuebles caían en el Reino Unido. No obstante, dos semanas después de que
mi esposo y yo pusiéramos en venta la casa donde habíamos vivido 40 años, un
comprador ofreció un buen precio y aceptamos. Entonces, los constructores
empezaron a trabajar en la casa que yo había heredado, la cual sería nuestro
nuevo hogar. Pero, unos días antes de concretar la venta, el comprador se echó
atrás. Quedamos devastados. Ahora teníamos dos propiedades: una cuyo valor caía;
la otra, casi en ruinas, y a la que no podíamos vender ni mudarnos. Hasta que
encontráramos un nuevo comprador, no podíamos pagarle al constructor. Fue una
situación imposible.
Cuando Josué se
encontró con la fortaleza de Jericó, tal vez sintió que enfrentaba una situación
imposible (Josué 5:13–6:27). No
obstante, en ese momento, se le presentó un Príncipe con una espada
desenvainada. Algunos teólogos piensan que era Jesús. Josué le preguntó si
ayudaría a los israelitas o al enemigo en la batalla, y aquel Varón respondió:
«Ninguno de los dos […]. Soy el comandante del ejército del Señor» (5:14 NTV).
Josué adoró, antes de dar otro paso. No sabía cómo conquistaría Jericó, pero
escuchó a Dios y lo adoró. Obedeció sus instrucciones y lo imposible sucedió.
Señor, ayúdame a
recordar que nada es imposible para ti.
Nada es imposible para
el Señor.
(La Biblia en un año: 2 Samuel 12-13 – Lucas 16)
MARION STROUD -
(Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")