“Por la fe Moisés… rehusó llamarse hijo de la hija de
Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los
deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de
Cristo que los tesoros de los egipcios… por la fe dejó a Egipto, no temiendo la
ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.” Hebreos 11:24-27
¡Moisés pudo haber
tenido todo el oro y plata, los caballos, un harem, todos los lujos y placeres
del Egipto materialista! Era un príncipe de Egipto, de la corte real del
faraón. Pero “se negó a ser llamado hijo de la hija de Faraón”. Y esa decisión
le costó todo. A su juicio, el reproche de Cristo era una riqueza mayor que los
tesoros de los egipcios, prefiriendo sufrir con el pueblo de Dios.
Moisés tenía sus ojos
en Jesús su Señor y no en las cosas de este mundo.
¿Vale la pena obedecer? ¿Vale la pena prestar atención el
mensaje de Dios? Compare estos dos hombres de la Biblia: Salomón, repasando su vida, dijo: “No
negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer
alguno... miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos… y he aquí,
todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.”
(Eclesiastés 2:10-11). Salomón continuó diciendo en Eclesiastés:
“Aborrecí, por tanto,
la vida” (2:17).
“Aun de noche [mi]
corazón no reposa” (2:23).
“Alabé yo a los… que ya
murieron, más que a los… que viven todavía” (4:2).
“Hay un mal doloroso…:
las riquezas guardadas [para mi propio] mal” (5:13).
“Y he hallado más
amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos
ligaduras” (7:26).
Pero mira a Moisés: a los ciento veinte años de
edad, sus ojos estaban en llamas y todas sus fuerzas físicas estaban en su
plenitud cuando Dios lo llamó a su presencia. ¡Dios tomó personalmente el
cuerpo de Moisés!
Aquí está el testimonio
de Dios dado a la humanidad en relación a Moisés: “Y nunca más se levantó
profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie
como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra
de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra” (Deut. 34:10-11).
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)