Como pastor, he notado
que hay un problema común en la mayoría de la gente que se sienta en mi oficina
para consejería. “He fallado a los estándares de Dios”, dicen cansados. “Mi
pecado me ha separado de la comunión con el Señor”. Ellos piensan que sus
pecados hacen que el Espíritu Santo se aleje aleteando como una paloma para
luego revolotear en el aire hasta que sus corazones estén bien.
Todos estos son
creyentes sinceros, sin embargo, no podrían estar más equivocados acerca de Dios.
¡Cuando pecamos, es cuando necesitamos aún más la comunión de Cristo! Jesús no
nos abandona en nuestro pecado. Él intercede por nosotros, yendo al Padre y
enviando al Espíritu para recordarnos de Su gracia, una gracia que se basa en
Su sangre derramada, no en nuestro desempeño.
Sí, la Biblia y el
Espíritu Santo convencen de pecado, pero no hemos de estar preocupados por el
resultado de nuestro pecado. La gracia de Dios es más poderosa que cualquier
demonio, nuestra naturaleza pecaminosa, o cualquier montaña de culpa. ¡Así que
el resultado de nuestro pecado es descansar en Él! No tenemos que restablecer
la comunión con Él, porque Él ya está trabajando en convencernos de pecado,
lavarnos y limpiarnos. ¡Él nunca nos deja; Su obra divina en nosotros nunca se
detiene, incluso cuando dejamos de ser piadosos!
Esto significa que ya
no estás bajo la ley del pecado, sino que has sido puesto en libertad para
caminar en el Espíritu por la gracia. Tu viejo hombre se ha ido; todas las
cosas son hechas nuevas. Ya no tienes que decir: “No puedo hacer lo que quiero
hacer”. Tu lema ahora es: “Puedo hacer
todas las cosas a través de Cristo que me fortalece” (Ver Filipenses 4:13).
Sí, tú puedes, y no en tu propia
capacidad, sino a través de Cristo, que te ha limpiado y te ha llamado a la
justicia por Su gracia.
“Porque Dios ha hecho
lo que la ley, debilitada por nuestra naturaleza pecaminosa, no podía hacer”
(Ver Romanos 8:3). No podemos trabajar duro para lograr nuestro camino a la
justicia. Dios ha establecido Su justicia en nosotros a través de Su Hijo,
“para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de
nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos
al Espíritu” (Romanos 8:4 NTV).
¿Estás ansioso?
¿Atormentado por tus fracasos? Te preguntas: “¿Existe realmente lo que llaman
libertad para mí? ¿Funciona esta vida cristiana?” Jesús responde: "Tú has
sido hecho libre”. Esta es la realidad que Dios declara acerca de ti.
Repite esta oración:
“Dios, sé que has hecho todo esto por mí, pero he vivido como si no lo hubieses
hecho. Establécelo en mi corazón ahora. Puedo caminar en el Espíritu sabiendo
que Tú has hecho todo para hacerme justo. ¡Amén!”
GARY WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)