“Comenzó [Jesús] a entristecerse y a angustiarse. Y
les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.” Marcos 14:33-34
La última cena
concluyó con un himno, probablemente Salmos 115–118, que ponía fin al ‘Hallel’
y a la cena de Pascua. Jesús y Los Doce (aunque ahora sin Judas) caminaron
luego hacia un huerto llamado Getsemaní, en el monte de los Olivos, donde
habitualmente pasaban la noche. Allí Jesús experimentó la agonía de la
angustia, y ese momento nos ayuda a entender lo que estaba por sufrir en la
cruz.
La agonía de
Jesús en el huerto de los Olivos ofrece un ejemplo vívido de la paradoja de su
persona. Por un lado, vemos su necesidad humana de compañerismo y de apoyo en
la oración por parte de sus amigos, y el reconocimiento de que su voluntad
podía ser distinta de la de su Padre (‘no se haga mi voluntad, sino la tuya’
[Lucas 22.42]). Por otro lado, aun en el medio de su agonía, se dirige a Dios en
la singular intimidad de la expresión ‘Abba, Padre’ (Marcos 14:36).
¿Cuál era su
agonía? Las palabras griegas merecen una traducción más vívida que la que
encontramos en algunas versiones de la Biblia. Es más apropiada, por ejemplo:
“… comenzó a sentirse atemorizado y angustiado. Les dijo: ‘Me está invadiendo
una tristeza de muerte. Quedaos aquí y velad’.” (vv. 33–34 - BLP). Y
Lucas agrega, con su mirada propia de un médico, que ‘era su sudor como grandes
gotas de sangre que caían hasta la tierra’ (Lucas 22:44). Jesús se refirió
a su tribulación como una ‘copa’ de la que bebía con aflicción. ¿Se trataba
solamente de la muerte? Sócrates esperó su fin en una celda en la prisión en
Atenas, con una actitud distinta a la de Jesús. Bebió la copa de cicuta, como
escribió Platón, ‘sin temblar, muy alegre y sereno’. ¿Era Sócrates más valiente
que Jesús? No, toda la evidencia muestra lo contrario. El coraje moral y la
valentía física de Jesús no habían vacilado jamás. Entonces significa que las
copas de ambos deben haber estado cargadas con venenos diferentes. La copa que
Jesús anheló ardientemente evitar no era la del dolor físico de la crucifixión
ni la agonía mental de la deserción de sus amigos sino el horror espiritual de
cargar los pecados del mundo. En el Antiguo Testamento la copa era el símbolo
habitual de la ira de Dios. Por ejemplo, Isaías describió a Jerusalén después
de haber sido destruida como que había bebido ‘de la mano de Jehová el cáliz de
su ira’ (Isaías 51:17).
Jesús salió de
la agonía del huerto con la firme determinación de ir a la cruz. Aunque Juan no
incluye el relato del Getsemaní, sí tiene una expresión que los demás
evangelistas omiten: ‘la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?’
(Juan 18:11).
(Para continuar leyendo: Marcos 14:32-42)
JOHN STOTT - (Devocional “TODA LA BIBLIA EN UN
AÑO”)