“¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres
días lo reedificas, sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.” Marcos 15:29–30
Aquí vemos una
expresión más de abuso que los líderes judíos lanzaron contra Jesús mientras
estaba suspendido en la cruz. Se referían a su enseñanza en el templo, y esas
palabras merecen que meditemos hoy en ellas.
El punto de
comienzo es la actitud respetuosa de nuestro Señor hacia el templo como casa de
Dios. Por supuesto, él conocía la historia de Israel. Estaba familiarizado con
la secuencia de acontecimientos desde el tabernáculo en el desierto, el primer
templo construido por Salomón, el segundo templo que comenzó a construirse
después del exilio en Babilonia, hasta el templo de Herodes que todavía estaba
en proceso de construcción en aquellos días. En cada de uno de esos edificios
había un santuario interior, el Lugar Santísimo, en el que podía verse la
gloria shekinah, símbolo de la
presencia de Dios. Es decir, Dios habitaba en medio de su pueblo, y el templo
era el centro de su vida espiritual.
Pero Jesús
quedó pasmado ante la profanación de sus contemporáneos hacia el templo, al usarlo
como una sede de comercio. La casa de oración se había convertido en cueva de
ladrones. Jesús hizo algo más que purificar el templo; predijo su destrucción y
su remplazo. ‘Destruid este templo’, dijo, ‘y en tres días lo levantaré’ (Juan
2:19). Sus oyentes confundieron por completo el sentido de esas palabras.
Protestaron diciendo que el templo de Jerusalén había estado en proceso de
construcción durante cuarenta y seis años, ¿cómo pretendía él reconstruirlo en
tres días? La declaración parecía absurda. Pero Juan explica en su Evangelio
que Jesús estaba refiriéndose a la
resurrección de su cuerpo, el cual se convertiría en un nuevo templo, en el
centro de una nueva comunidad mesiánica. En el futuro, cuando al menos dos
o tres de sus discípulos se encontraran en su nombre, él estaría en medio de
ellos, dice Mateo 18:20.
Los
contemporáneos de Jesús no olvidaron sus declaraciones. Los testigos falsos las
repitieron ante el sanedrín. Y mientras Jesús estaba en la cruz, los sacerdotes
se burlaron de aquella profecía sobre un nuevo templo. El viejo templo fue
destruido en el año 70 d. C., pero la comunidad mesiánica del Jesús resucitado
es el nuevo templo, el lugar donde habita por medio de su Espíritu (ver 1
Corintios 3:16).
(Para continuar leyendo: Efesios 2:11–22)
JOHN STOTT - (Devocional “TODA LA BIBLIA EN UN
AÑO”)