“Así que, por mantener vuestras propias
tradiciones, os despreocupáis completamente de lo que Dios ha mandado.” (Marcos 7:9 – BLP)
Algunos
fariseos y maestros de la ley habían venido de Jerusalén. Cuando se encontraron
con Jesús, se horrorizaron al ver que sus discípulos estaban comiendo con las
manos sin lavar. No era una cuestión de higiene sino de pureza ceremonial conforme
a la tradición de los ancianos. Marcos explica a sus lectores gentiles que
estos religiosos seguían muchas tradiciones, ‘costumbres rituales, tales como lavar
las copas, las ollas, las vasijas metálicas y hasta las camas’ (v. 4 - BLP).
De modo que los
fariseos vivían bajo la autoridad de las tradiciones que habían pasado de
generación en generación. Las cumplían servilmente, aun si entraban en
conflicto con las Escrituras. Por eso los criticaba Jesús. Tres veces repitió
la misma crítica, usando casi las mismas palabras: por ejemplo, ‘dejando el
mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres’ (v. 8). Es
evidente que Jesús consideraba a la tradición como palabra de hombres y a las
Escrituras como Palabra de Dios. Los fariseos estaban permitiendo que sus
tradiciones ahogaran la Palabra de Dios en lugar de permitir que la Palabra de
Dios reformara sus tradiciones.
Este fue el
conflicto central durante la Reforma. La
Iglesia Católica medieval había sofocado la Palabra de Dios con un montón de
tradiciones no bíblicas. Por ese motivo, tal como Jesús hizo a un lado las
tradiciones de los ancianos, los Reformadores hicieron a un lado las
tradiciones de la Iglesia medieval para que la Palabra de Dios ocupara el lugar
supremo. Los Reformadores enseñaron la superioridad de las Escrituras sobre la
tradición. Y las Iglesias reformadas continúan haciéndolo. A menudo se dice que
la Iglesia Anglicana tiene una triple estructura de autoridad: las Escrituras,
la autoridad y la razón. Pero no es así. La tradición y la razón juegan, por
cierto, un papel vital para comprender las Escrituras. Pero ¿qué haremos cuando
las Escrituras, la tradición, y la razón entren en conflicto? La respuesta es
que las Escrituras tienen autoridad suprema. Los seguidores de Jesús estamos
llamados a una actitud radical de crítica a la tradición y a las convenciones a
fin de honrar la supremacía de las Escrituras y del señorío de Jesucristo.
(Para continuar leyendo: Marcos 7:1–13)
JOHN STOTT - (Devocional “TODA LA BIBLIA EN UN AÑO”)