“He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a
vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros,
pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los
hijos. Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del
todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.” 2 Corintios 12:14-15
Estas son las palabras
de Pablo, un hombre cuyo corazón y vida eran la personalización de Jesucristo.
La vida de Pablo fue entregada por el pueblo de Dios, como es el caso de todo
verdadero siervo de Dios. Él estaba dispuesto a viajar a través de tormentas,
inundaciones e incendios; a soportar anhelos personales y carencias; a ser
presionado sobremanera incluso hasta el punto de perder la esperanza de
conservar la vida, todo con el fin de poder llegar al pueblo de Dios con un
mensaje de Su amor. Sin embargo, Pablo se dio cuenta que cuanto más amor
expresaba, más se apartaban ciertas personas. ¿Por qué se daba este caso?
Creo que encontramos la
respuesta en el siguiente capítulo: “Esta es la tercera vez que voy a vosotros.
Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto. He dicho antes, y
ahora digo otra vez como si estuviera presente, y ahora ausente lo escribo a
los que antes pecaron, y a todos los demás, que si voy otra vez, no seré
indulgente” (2 Corintios 13:1-2).
Recuerda que la iglesia de Corinto estaba saliendo de lo que
podría considerarse un abismo inmoral. En medio de su ciudad había un templo
importante con más de mil prostitutas, la prostitución se consideraba en
realidad un acto de adoración en esa sociedad. Claramente, lo malo se había
convertido en bueno, y lo bueno en malo.
Pablo era un apóstol y
un pastor, por lo que estaba consciente de la letalidad del pecado. Comprendió
el peligro de aquellos que caen en la trampa de justificar continuamente lo
malo. Ese es el dilema de la condición humana, cuanto más tiempo hacemos algo
que la Palabra de Dios define como pecado, más nuestra naturaleza caída se
eleva a un primer plano y comienza a determinar lo que está bien y lo que está
mal. Pablo sabía que si el pueblo continuaba haciendo deliberadamente lo malo,
haciendo las paces con las cosas por las que Cristo murió para liberarlos, la
victoria de la cruz no podría ser legítimamente reclamada como propia.
Después de todo,
aquellos que lo hicieran se quedarían sólo con una ilusión; en otras palabras,
tendrían conocimiento sin poder detrás de él. Y así, como un verdadero padre
espiritual de la iglesia de Corinto, Pablo estaba tratando de llevarlos a una
forma correcta de pensar y de vivir. Por eso dijo: “no voy a escatimar”.
Lamentablemente, ese es el punto en el que muchos optaron por retirarse.
CARTER CONLON -
(DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


