“Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, El
santuario de las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será
conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana” Salmos 46:4-5
Sí, el río es Jesús: Su
sola presencia. En el momento en que derribas todas las dudas y el miedo, y
clamas: “Señor, creo, y en Ti tengo mi esperanza, esperanza abundante”, serás
trasplantado a las orillas de este río por el poder del Espíritu Santo.
La razón por la que es
tan importante que estés profundamente arraigado en Dios se debe a que ¡lo peor
está por venir!
“Si corriste con los de
a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de
paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán?” (Jeremías 12:5).
Se supone que éstos son
buenos tiempos. Vivimos bajo una lluvia leve en comparación con la tormenta que
viene. Esto es un juego de niños en comparación con los problemas que se
avecinan. Puedes pensar que estás
pasando algo muy horrible, ¡pero no es nada comparado a la luz de la angustia
que pronto vendrá sobre la tierra!
¡Tenemos que lograr que
nuestras raíces estén profundamente arraigadas! Si no estás sacando fuerzas de
Él hoy, no vas a soportar cuando las densas tinieblas cubran la tierra. Tú y yo
ahora estamos siendo probados por una “tribulación momentánea” (2 Corintios
4:17) para llevarnos al Señor, para que cavemos profundo y entremos en la
reserva secreta de vida.
“Bendito el varón que
confía en Jehová… será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la
corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja
estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.”
(Jeremías 17:7-8).
DAVID WILKERSON -
(DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


