viernes, 13 de febrero de 2015

Curso requerido por Dios: El Perdón 13 febrero




“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y echaron suertes, repartiéndose entre sí sus vestidos.” Lc 23:34 


Esta es una historia verídica que un joven me compartió en el seminario hace varios años, a este joven le llamaré Arón (no es el nombre real).

Cerca de que terminara la primavera Arón estaba orando porque quería tener un ministerio significativo el siguiente verano. Le pidió a Dios que pudiera encontrar un trabajo en una organización cristiana. Nada sucedió. Llegó el verano y nada. Los días se convirtieron en semanas y Arón finalmente enfrentó la realidad: necesitaba un trabajo y no encontraba. Checó los anuncios del periódico y lo único que parecía una posibilidad de empleo era manejar un camión al sur de Chicago, (nada que pudiera presumir) pero era algo que le ayudaría para pagar sus estudios en el otoño. Después de aprenderse la ruta, salió por su cuenta, un chofer novato en un tramo peligroso de la ciudad. No pasó mucho tiempo para que Arón se diera cuenta de lo peligroso que era en realidad su trabajo.

Una pequeña pandilla de chicos vio al joven conductor y comenzaron a tomar ventaja de él. Por varias mañanas seguidas, se subían pasaban junto a él sin pagar, ignoraban sus advertencias y no se bajaban hasta que ellos querían, todo esto mientras molestaban a la gente y al mismo chofer. Finalmente decidió que esa situación había llegado al límite.

La siguiente mañana, después de que la pandilla se subiera como acostumbraba, Arón vio a un policía en la siguiente esquina así que se orilló y los reportó. El oficial les dijo que tenían que pagar o se tenían que bajar. Ellos pagaron... pero desafortunadamente el oficial se bajó. Y ellos se quedaron abordo. Cuando el camión pasó unas dos cuadras, la pandilla atacó al joven conductor.

Cuando se incorporó, sangre había por toda su camisa, dos dientes le faltaban, sus ojos estaban hinchados, el dinero había desaparecido y el camión estaba vacío. Después de regresar a la terminal y ya que le habían dado el fin de semana libre, nuestro amigo fue a su departamento, se hundió en su cama viendo al techo en incredulidad. Pensamientos de resentimiento invadieron su mente. Confusión, ira y desilusión pusieron más leña al fuego a su dolor físico. Pasó una noche entera luchando son su Señor.

¿Cómo pudo suceder? ¿Dónde está Dios en todo esto? Yo genuinamente quería servirle. Le pedí un ministerio, estaba dispuesto a servirle donde fuera haciendo lo que fuera... ¡y estas son las gracias que recibo!

El lunes por la mañana, Arón decidió levantar cargos. Con la ayuda del oficial que había enfrentado a la pandilla y algunos otros que quisieron testificar en contra de los rufianes, se encontraban todos en la cárcel municipal. En pocos días hubo una audiencia ante el juez.

Entraron Arón y su abogado junto con los miembros de la pandilla airados quienes le miraban desde el otro lado del salón. De pronto una serie de pensamientos lo invadieron. No de amargura ¡sino de compasión! Su corazón se había vuelto a los chicos que lo habían atacado. Bajo la influencia del Espíritu, ya no los odiaba, se compadecía. Ellos necesitaban ayuda más que odio. ¿Qué podía hacer o decir?

De pronto, después de haberlos declarado culpables, Arón (para sorpresa del abogado y de los demás de la sala) se puso de pie y pidió permiso para hablar.

"Su señoría, quisiera que hiciera un total de los días de castigo que estos muchachos van a enfrentar por la sentencia, y le pido que me permita ir a la cárcel en su lugar"

El juez no sabía si reír o llorar. Ambos abogados se quedaron atónitos, Arón miró a los pandilleros (cuya boca y ojos parecían platillos) sonrió y dijo en voz baja "Es porque los perdono".

El juez anonadado, cuando llegó a un nivel de serenidad, dijo con firmeza "joven usted está fuera de sí. Este tipo de cosas nunca se han hecho antes". A lo que el joven respondió con una gran perspicacia. "Sí ha sucedido su señoría, ...sí ha sucedido, sucedió hace 20 siglos cuando un hombre de Galilea pagó la pena que toda la humanidad merecía".

Luego por los siguientes tres o cuatro minutos, sin interrupción explicó cómo Jesucristo murió por nosotros proveyendo así el amor y el perdón de Dios. No le otorgaron su petición, pero el joven visitó a los miembros de la pandilla en la cárcel y los guió a todos a la fe en Cristo y comenzó un ministerio significativo para muchos en el sur de Chicago.

Pasó una prueba difícil y como resultado, una gran puerta de un ministerio (por lo que había orado) se abrió ante él. A través del dolor del abuso y del ataque, Arón comenzó a servir a otros.

El perdón no es una elección en el currículum de un siervo. Es un curso requerido, y los exámenes siempre son difíciles de pasar.

El perdón (como el dar) mejora tu servicio.


CHARLES SWINDOLL - (Dev. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO”)







TRADUCCIÓN