¿CÓMO PUEDO SUPERAR UN MAL HÁBITO?
Por Jon MacArthur
Una mala costumbre es usualmente conectada con creencias y actitudes
erróneas. No debemos querer cambiar nuestras costumbres solamente porque son
vergonzosos, caros, insalubres, o porque nos hacen sentir culpables –sino
debemos desear el más grande propósito de Dios para que estemos satisfechos–.
Hasta que tratemos con las creencias erróneas que debilitan nuestra resistencia
a la mala costumbre, solamente tendremos éxito limitado en superarlo.
El cristiano debe ver que las malas
costumbres son últimamente problemas espirituales. No debemos dudar a llamarles
pecados. Y debemos hacer que los medios de la santificación descrita en las
Escrituras (especialmente en la Palabra de Dios y la oración) sean esenciales
para superar malas costumbres.
Somos responsables por nuestro propio pecado –incluyendo aquellos
pecados que tan fácilmente nos acosan–. El hecho que hacemos algo malo
habitualmente no nos excusa de nuestra responsabilidad. Al contrario, podría
empeorar el pecado. Entonces debemos tomar responsabilidad personal por
nuestros propios hábitos y no evitar de llamarlos pecado.
Hábitos pecaminosos no son problemas insuperables para el cristiano.
Después de todo, el Espíritu Santo mora en nosotros y está obrando a
conformarnos más a la imagen de Cristo. ¿Y si Él es con nosotros, quien contra
nosotros? (Romanos 8:31) Además, Gálatas 5:16 dice que si andamos “en el Espíritu… no satisfagáis los deseos
de la carne”. Y 1 Corintios 10:13
es una promesa que Dios no nos permitirá ser tentados más de nuestra habilidad.
Si usamos los recursos que Dios nos ha provisto por medio de Su Espíritu y Su
Palabra, podremos atacar cualquier hábito sabiendo que podemos ser victoriosos.
Permítame darle algunas sugerencias prácticas para superar las malas
costumbres, los malos hábitos. Espero que le ayuden.
* Primeramente, acuérdese que el
pecado comienza en la mente. Santiago 1:14-15 compara a
una persona cayendo en pecado a un pez o animal que es capturado con cebo. Ve
el cebo, lo desea, y es atrapado en el proceso de arrebatarlo. Asimismo, son
los pecados que nos atrapan en la mente.
La persona que roba primero piensa en lo que él quiere. Después piensa
en un plan para poder tenerlo. Luego que haya conspirado en su mente, se lo
lleva. Hubiera podido parar el pecado en su mente antes que se convirtiera en
una acción completa. Es por eso que la Escritura nos manda que renovemos
nuestra mentes (Romanos 12:2), a
pensar en cosas buenas (Filipenses 4:8),
y a meditar en la Palabra (Salmo 1:2).
* Derrotar un hábito también
requiere un cambio de vida. No debemos hacer provisión para nuestra carne (Romanos 13:14). La persona que quiere dejar de fumar debe tirar
todos sus cigarrillos y no comprarlos; la persona luchando con pecado sexual
debe deshacerse de todo material sugestivo que posee. Evite la compañía de
aquellos que tienen el mismo problema (1
Corintios 15:33), y evite los lugares y circunstancias que le tentarían.
* Por último, no trate de batallar con
el hábito solo.
Desarrolle relaciones con cristianos más maduros quienes le animen y le apoyen (Gálatas 6:2). Pase tiempo en oración
con ellos. Pídales que le estén preguntando como está regularmente, y sea
honesto cuando falle (Santiago 5:16).
El cambio bíblico no es solamente voltear contra el pecado; es mirar
hacia la justicia. La persona que miente debe hablar la verdad (Efesios 4:25). El que roba debe dejar
de robar, debe trabajar y dar a otros (v. 28); y el que habla palabras que no
edifican, debe decir palabras que animan a otros (v. 29).
No solo deje de pecar –empiece a hacer lo que es correcto–. Las buenas costumbres
que construirá reemplazaran las costumbres pecaminosas.