“Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la
intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los
santos.” Romanos 8:27
—Señor, por favor ayuda
a mi amiga Norma.
Dora no se daba por vencida. Por más enferma
que estuviera Norma, por más grave que estuviera o cuánta gente dejara de creer
que Dios la sanaría, Dora no dejaba de orar por su amiga. Aun desde el
principio cuando los doctores le habían dicho a Norma que tenía una forma rara
de cáncer, Dora se había sentido impulsada a orar por Norma. Y al ir
desmejorando ésta más y más, con más intensidad oraba Dora. Dora oraba todo el
tiempo.
—Sólo Dios puede sanar
a mi amiga —le dijo Dora a sus padres—, así que tenemos que orar.
Y sí que oraba. Nadie
fuera de la familia de Norma conocía sus problemas y necesidades mejor que
Dora, y Dora tomaba muy en serio su responsabilidad de orar.
¿No es maravilloso
tener amigos cristianos que oran por ti? ¿Te das cuenta del privilegio y de la
responsabilidad especial que tienes de orar por tus amigos? Suceden cosas
buenísimas cuando tú y tus amigos oran los unos por los otros. Dios contesta y
obra cuando compartes con él las necesidades de tus amigos.
Quizá te preguntes si
tienes algún amigo que converse con Dios acerca de ti. Quizá estás preocupado de que eres el tipo de chico por quien sólo su
mamá o papá oraría. Pues bien, la Biblia te garantiza que tienes un amigo
que está orando por ti, un amigo cuyas oraciones son más poderosas que las
oraciones de cualquier ser humano. ¿Te das cuenta de que el Espíritu Santo ora
por ti a Dios el Padre?
¡Ah!, esto es tremendo.
El Espíritu Santo vive en los cristianos y está hablando constantemente con
Dios el Padre acerca de nuestras necesidades, nuestros sufrimientos y nuestras
luchas. Y sus oraciones son aún más eficaces que cualquier cosa que pudiéramos
imaginar, porque nadie nos conoce como el Espíritu de Dios que vive en
nosotros: no nuestros amigos, no nuestros maestros de Escuela Dominical, ni
siquiera nuestros hermanos y hermanas o nuestra mamá o nuestro papá. Porque el
Espíritu escudriña nuestra vida y
detecta nuestras necesidades, él puede orar por nosotros mejor que nadie.
Todos pasamos por
rachas cuando nos sentimos tan dolidos o confundidos o enojados que no sabemos
cómo orar. Inclinamos el rostro y suspiramos, lloramos o gemimos, pero no
podemos emitir palabra alguna.
Es entonces que el
Espíritu Santo toma nuestros suspiros, gemidos, dolores y preocupaciones; los
lleva derecho al trono del Padre y ora: "Dios, por favor ayuda a mi
amigo". Y podemos recordar esto: Él toma muy en serio sus oraciones por
nosotros.
JOSH MCDOWELL - (Dev. "VIDA
NUEVA PARA EL MUNDO”)


