Aunque yo predico a
miles, hay veces en que me siento muy seco, lejos de la presencia tibia de
Dios. Cuando estoy seco y vacío, no tengo grandes deseos de leer la Palabra y
muy poco ánimo para orar. Yo sé que mi fe está intacta y que mi amor por Jesús
es fuerte, y no tengo deseo de probar las cosas de este mundo. Pero hay veces
que no puedo tocar a Dios por días, aún semanas.
¿Ha visto a otros cristianos
ser bendecidos mientras usted no siente nada? Ellos testifican de las
respuestas de Dios a sus oraciones y derraman lágrimas de gozo. Parecen vivir
en la cima de la montaña de experiencias felices mientras usted sólo sigue,
amando a Jesús pero sin prenderle fuego al mundo.
Yo creo que todos los
verdaderos creyentes experimentan etapas secas en diferentes tiempos de sus
vidas cristianas. Aún Jesús sintió la el abandono cuando clamó a gran voz,
“Padre, ¿por qué me has abandonado?”
Sin el acercamiento a Dios, no puede haber paz. La sequedad
sólo puede ser eliminada con el rocío de su gloria. La desesperación sólo puede ser
disipada por la seguridad de que Dios está respondiendo. El fuego del Espíritu
Santo debe de calentar la mente, cuerpo, y alma.
Hay tiempos cuando me
siento inmerecido, como el peor de los pecadores, pero a pesar de todo eso, yo
sé que él no está lejos. De alguna manera yo escucho una voz inigualable, una
voz suave que me llama, “Ven, hijo mío. Yo sé todo lo que estás pasando.
Todavía te amo y nunca te dejaré ni te abandonaré. Lo enfrentaremos juntos porque
sigo siendo tu Padre y tú eres mi hijo.” Yo tengo una llama dentro de mí que no
será apagada, y yo sé que él me sacará de cualquier época seca.
“Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob, la heredad
que le tocó. Lo halló en tierra de desierto, en yermo de horrible soledad; lo
rodeó, lo instruyó, lo guardó como la niña de su ojo” (Deut. 32:9-10).
He aquí que yo hago
cosa nueva; pronto saldrá a luz, ¿no la conoceréis? Otra vez abriré caminos en
el desierto y ríos en la tierra estéril. Las fieras del campo me honrarán, los
chacales y los pollos de avestruz; porque daré aguas en el desierto, ríos en la
tierra estéril, para que beba mi pueblo, mi escogido” (Isaías 43:19-20).
DAVID WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)