Un hombre apesadumbrado
llamado Jairo vino a Jesús para pedirle que sane a su hija moribunda: “Y vino uno de los principales de la
sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le rogaba
mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para
que sea salva, y vivirá. Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le
apretaban” (Marcos 5:22-24).
Este hombre Jairo,
representa a la mayoría en el cristianismo. Sabemos que Cristo es nuestra única
esperanza y en nuestra crisis, corremos a Él, caemos a sus pies y Le pedimos Su
misericordia y ayuda. Jairo tenía una buena medida de fe. Él le pidió a Jesús:
“Ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá” (versículo 23). Esta
era una afirmación de una fe verdadera: “Señor, todo lo que ella necesita es a
Ti. ¡Tú tienes todo el poder y puedes evitar que ella muera!”
Respondiendo a la fe de
este hombre, Jesús “fue, pues, con él” (versículo 24). Jesús permitió que
pasara el tiempo porque Él quería que sus seguidores tuvieran fe en Su poder de
resurrección, una fe que va más allá de la pérdida de la esperanza, ¡más allá
de la misma muerte! Los creyentes nominales que estaban parados al costado de
la cama de la niña tenían esta limitada fe: Mientras quede algo de vida, un
poco de esperanza, Jesús será requerido y necesitado.
Lo más probable es que
estas personas decían en su interior: “Sí, Jesús, creemos que Tú eres el gran
doctor, el gran sanador. Nada es imposible para ti. Sabemos que tienes todo el
poder. Pero, por favor, apúrate, ¡porque
ella puede morir en cualquier minuto! Y si llega ese momento, ¡ya no Te
necesitaremos!”.
¿Qué tipo de fe es
ésta? Es una fe que sólo llega hasta el punto de la muerte, sólo hasta la
tumba. Cuando las circunstancias parecen mostrar que todo está perdido, esta fe
muere.
Resultó que la niña sí
murió. Puedo imaginarme a la gente tomándole el pulso y declarándola muerta. La
poca fe que habían tenido ya había desaparecido. El orden correcto en el negocio
funeral indicaba que se debía notificar al sanador que Su presencia ya no era
necesaria. Enviaron un mensajero que dijo: “Tu hija ha muerto; ¿para qué
molestas más al Maestro?” (Marcos 5:35).
Estas palabras parecían
tan concluyentes: “¡Tu hija ha muerto!” Estas palabras pueden estar resonando
en tus oídos: “¡Tu matrimonio está muerto, no molestes a Jesús!” “¡Tu
ministerio está muerto, no molestes al Señor!” “¡Tu hijo está muerto en el
pecado!” “¡Tu relación con ese ser querido está muerta!”
Estas atemorizantes
palabras no significaron nada para Jesús. Él nunca se rinde ante algo que ha
muerto ¡porque Él es la vida que resucita! En el griego, la mejor versión del
versículo 36 es: “Jesús, como si no hubiera oído lo que se estaba hablando, le
dijo al principal de la sinagoga: ‘¡No temas, sólo cree!’ ”.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)