“En él también ustedes son edificados juntamente para ser
morada de Dios por su Espíritu.” Efesios
2:22
Un hijo puede olvidar a
su madre, este recibe mucho de ella y no siempre ella obtiene a cambio la
gratitud. Pero la madre nunca olvida al hijo a quien tanto le ha dado, lo que
ella ha dado es un lazo más fuerte entre ella y su hijo que la gratitud del
hijo para con la madre. Ahora bien, ya Dios ha hecho tanto por nosotros que es
por eso que sigue amándonos. Jesús recuerda que murió por nosotros, el Espíritu
Santo recuerda que él luchó con nosotros, el Gran Padre recuerda cómo nos ha
preservado y debido a toda esta bondad en el pasado él se complace en nosotros.
Además, yo creo que el
Señor se complace en nosotros no solo por todo lo que ha hecho sino porque ve
en nosotros algo que le agrada, algo que es su propia obra. Un escultor, cuando
comienza a trabajar el mármol, solo tiene un bloque escarpado, pero luego de
días y semanas de mucho trabajo, comienza a ver algo como la imagen que tiene
como objetivo producir. Así que creo que Dios se complace cuando ve en
cualquiera de nosotros alguna gracia, algún
arrepentimiento, alguna fe, algún comienzo de esa santificación que un día será
perfecta. Sabes cuánto te agrada cuando tus hijos comienzan a hablar,
aunque sea un hablar pobre, ¿verdad? Asimismo se agrada Dios con las lágrimas
de penitencia, en la confesión resquebrajada, en las primeras evidencias de la
fe, en el temblor de la esperanza porque él ha producido todo esto y se
complace con lo que ha hecho, se complace con ver que hasta el momento su obra
es exitosa.
(A través de la Biblia
en un año: Zacarías 1-4)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


