“La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento
que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la
tristeza del mundo produce la muerte.” 2
Corintios 7:10
Quizá tienes la noción
de que el arrepentimiento es algo que sucede al comienzo de la vida espiritual
y hay que pasar por él como cuando uno pasa por cierta operación y ahí termina.
Si es así, estás muy equivocado; el arrepentimiento vive tanto como viva la fe.
Con respecto a la fe yo le llamaría un hermano siamés. Necesitaremos creer y
arrepentirnos mientras que vivamos. Quizá tienes la idea de que el
arrepentimiento es algo amargo. A veces es amargo: ellos «llorarán como se
llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por
primogénito» (Zacarías 12:10, RVR 1960). Pero ese no es el tipo de
arrepentimiento del que estoy hablando ahora. Sin duda esa amargura es cosa del
pasado, se acabó hace mucho tiempo. Pero
esta es una dulce amargura que acompaña la fe mientras que vivamos y se
convierte en la fuente de un tierno gozo.
La felicidad más
intensa que he sentido jamás la he sentido cuando he estado alegre y lleno de
ánimo sino cuando me he recostado en el pecho de Dios, y me ha resultado tan
dulce estar tan abajo que difícilmente pudiera estarlo más y, no obstante, no
quería estar más arriba. Quiero que se entreguen al deleite más excepcional de
la pena a los pies de Jesús, no es pena por el pecado no perdonado sino pena
por el pecado perdonado, pena por aquello que se ha acabado, por aquello que ha
sido perdonado, por aquello que nunca más te condenará, porque fue puesto en
Cristo hace mucho tiempo y ha sido guardado para siempre.
(A través de la Biblia
en un año: Zacarías 5-8)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


