"Entonces una
mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en
casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de
él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba
con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume… Y vuelto a la
mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para
mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus
cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar
mis pies. No ungiste mi cabeza con
aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies" (Lucas 7:37-38, 44-46).
¿Alguna vez has lavado
los pies de Jesús con tus lágrimas? ¿Alguna vez has venido a Él sin pedirle
nada para ti mismo, para tu ministerio o para tu familia? ¿Has venido simplemente a derramar en Él una dádiva de incienso, un
frasco de alabastro de amor y de adoración? Escucha el clamor de Su
corazón: "¡No me diste beso, ni agua para mis pies cansados, pero ella lo
hizo por Mí!".
En Mateo 26, otra mujer
vino a Jesús y derramó perfume sobre Su cabeza mientras Él comía. Al ver esto,
los discípulos se indignaron, y le dijeron: "¿Para qué este desperdicio?
Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los
pobres" (Mateo 26:8-9). Somos como esos discípulos, creemos que es una
pérdida de tiempo el estar a solas, ministrando Sus necesidades, cuando tanta
gente pobre, que sufre, necesita nuestro tiempo y nuestras peticiones de oración.
Jesús dijo: "¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una
buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre
me tendréis" (Mateo 26:10-11). En esencia, Él estaba diciendo: “¡Ella lo
hizo por mí!”.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)


