“Sin embargo, gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva
triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de
su conocimiento. Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los
que se salvan y entre los que se pierden. Para estos somos olor de muerte que
los lleva a la muerte; para aquellos, olor de vida que los lleva a la vida.” 2 Corintios 2:14-16
El Señor Jesús mantiene
una íntima comunión con aquellos que lo conocen y ejerce una poderosa
influencia sobre ellos. Él es bendito, y produce bendición. Para quienes lo
aman, Jesucristo se convierte en el sabor de vida que los lleva a la vida.
Para aquellos que son
rebeldes y lo desprecian una y otra vez, se convierte en sabor de muerte que
los lleva a la muerte. Nuestro Salvador, entonces, ejerce una influencia sobre
todos aquellos que entran en comunión e intimidad con él. Si comparo dicha naturaleza humana con el barro, la tengo que comparar
con el barro perfumado, que esparce su perfume por todas partes. No puedes
escuchar hablar de Jesús sin recibir o rechazar una bendición. Repito, él se
convierte en una bendición para todos aquellos que lo rodean o, por el
contrario, si se rechaza esa bendición, ocasiona un sentimiento de culpa en
aquellos que lo rechazan. Él puede ser, o bien la roca sobre la que fundamos
nuestra esperanza y nuestra fe, o la piedra de tropiezo que hace caer a los que
tropiezan en su Palabra, al ser desobedientes.
(A través de la Biblia
en un año: Isaías 49 - 52)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


