“Cuando Jesús entró en casa, sus discípulos le preguntaron
en privado: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?»” Mr. 9:28
Si estamos
desconcertados, tiene que haber una causa, y es bueno que la busquemos. Debemos
ir al Maestro y preguntarle: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?»
Esta pregunta, si
buscáramos la respuesta correcta, es una pregunta muy sabia, porque cada hombre
necesita saber lo más que pueda de sí mismo. Si tengo éxito, ¿por qué lo tengo?
Déjame saber el secreto, para colocar la corona en la cabeza que lo merezca. Si
no tengo éxito, tengo que averiguar por qué no lo tengo, para tratar de
eliminar cualquier impedimento, no vaya a ser que yo mismo esté obstaculizando
mi camino. Si no soy un vaso apto para
que el Maestro me use, tengo que averiguar por qué no me puede usar para
que, en todo lo que de mí dependa, me prepare para servir de la mejor manera al
Maestro. Sé que si soy apto para que él me use, así lo hará; y si no lo hace,
debe ser porque hay algo en mí que no está bien.
Cualquiera que sea la
razón de tu fracaso, debe tener cura. Con toda certeza no debe ser algo grave,
que constituya una dificultad insuperable para el Maestro. Por la gracia de
Dios él quitará de ti ese impedimento para que nunca más te prive de tu poder.
Busca entonces esa razón, mira con ambos ojos y busca con la ayuda de la luz
más brillante que puedas encontrar, para que encuentres lo que está estorbando
al Espíritu de Dios y restrinjas tu propia utilidad.
(A través de la Biblia en un año: Eclesiastés 5-8)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del
Maestro”)