sábado, 20 de septiembre de 2014

Permaneced en mi amor 20 septiembre




“Así como el Padre me ha amado, también yo os he amado; permaneced en mi amor.”  Juan 15:9


PERMANECED EN MI AMOR. — Hablamos del hogar de un hombre como de su morada, el lugar donde mora, permanece. Nuestra morada, el hogar de nuestra alma, ha de ser el amor de Cristo. Hemos de vivir nuestra vida allí, para que sea nuestro hogar todo el día: esto es lo que quiere Cristo que sea nuestra vida, y en realidad hace que lo sea. Nuestro permanecer continuamente en la Vid ha de ser un permanecer en su amor.

Probablemente habéis leído y oído hablar de lo que se llama la vida elevada o profunda, una vida espiritual más plena y abundante. Y posiblemente sabéis que algunos han hablado de un cambio maravilloso, por medio del cual su vida de continuo fracaso y tropiezos había sido cambiada en una bendita experiencia, de ser guardado, fortalecido y satisfecho. Si preguntáis a estas personas cómo les llegó esta bendición, muchos os contestarán algo tan simple como: Se convencieron de que este permanecer en el amor de Cristo se decía muy en serio, que podía ser una realidad, y ellos estaban dispuestos a renunciar a todo para conseguirlo, y esto les permitió confiar en que Cristo lo haría una realidad en ellos.

El amor del Padre al Hijo no es un sentimiento: es una vida divina, una energía infinita, un poder irresistible. Sostuvo a Cristo durante su vida y su muerte hasta la tumba. El Padre amó al Hijo y moró en El y lo hizo todo por El. De igual manera el amor de Cristo para nosotros es un poder vivo infinito que obrará en nosotros todos los deleites que El nos concede. La debilidad de nuestra vida cristiana es que no dedicamos tiempo a considerar que este amor divino se deleita realmente en nosotros y quiere poseernos y obrarlo todo en nosotros. No dedicamos tiempo a considerar cómo la Vid lleva la rama enteramente, obrándolo todo en ella, por completo. Nos esforzamos en hacer por nuestra cuenta lo que sólo Cristo puede hacer, lo que Cristo anhela hacer por nosotros.

Éste es el secreto del cambio del cual hablábamos, y el comienzo de una nueva vida, cuando el alma ve este amor infinito que desea hacerlo todo y entonces se da a él. «Permaneced en mi amor.» El secreto de la verdadera vida cristiana es creer que podemos «permanecer en su amor», creer que podemos vivir en este amor momento tras momento, creer que todo lo que ofrece dificultades será vencido por Cristo mismo, creer que este amor realmente quiere entrar en nosotros totalmente y no abandonarnos nunca; es abandonarnos por fe en Cristo para que El lo obre todo en nosotros.

¿Cómo podemos llegar a esta fe? Vuelve los ojos de las cosas visibles, si quieres ver y poseer las invisibles. Pasa más tiempo con Jesús, contemplándole como la Vid celestial, viviendo en el amor del Padre, deseando vivir en su amor. Vuélvete de ti mismo y de tus esfuerzos y de tu fe, si quieres tener el corazón lleno de Él y de la certidumbre de su amor. El permanecer significa dejarlo todo y ocupar un lugar y quedarse allí. Déjalo todo y pon tu corazón en Jesús y su amor, que el amor despertará tu fe y la fortalecerá. Ocúpate de este amor, adóralo, espera en él. Puedes estar seguro de que te alcanzará, y con su poder te llevará a él, para que sea tu morada y hogar.

ORACIÓN. Permaneced en mi amor. Señor Jesús, ya lo veo: fue tu permanecer en el amor del Padre que hizo de ti la Vid verdadera, con tu divina plenitud de amor y bendición para nosotros. Que, como rama, yo permanezca en tu amor, para que me llene su plenitud hasta que rebose.


ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)







TRADUCCIÓN