Pedro estaba orando en
la azotea (Hechos 10:9) y, a muchos kilómetros de distancia, otro hombre estaba
también orando, Cornelio. "Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio,
centurión de la compañía llamada la
Italiana , piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que
hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Este vio claramente en
una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde
él estaba, y le decía: Cornelio. El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo:
¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria
delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que
tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que
tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas"
(Hechos 10:1-6). ¡Qué instrucción más detallada!
Entretanto, Pedro tenía
una visión: "Y mientras Pedro
pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan… no
dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (Hechos 10:19-20). Pedro
va a la casa de Cornelio y se encuentra con un hombre orando. “Entonces
Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la
hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón
con vestido resplandeciente, y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída... Envía,
pues, a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual
mora en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará.
Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos
nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha
mandado” (Hechos 10:30-33). El Espíritu Santo fue tan específico que incluso
dio ambos nombres: “haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro"
(versículo 32).
A través de todo el
libro de los Hechos, leemos estas palabras: "Dios les dijo...",
"Dijo el Señor...", "El Espíritu Santo dijo..." "El
ángel dijo…". El cielo no estaba cerrado. Ellos tenían la mente clara del Señor, una mente muy práctica,
detallada y clara. Pero la palabra del cielo vino sólo después de mucha
oración, después de mucho tiempo de estar encerrados con Dios en el secreto.
DAVID WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)