viernes, 26 de septiembre de 2014

La amistad de Cristo: su origen 26 septiembre




“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” Juan 15:13


EN LOS TRES versículos siguientes nuestro Señor habla de su relación con sus discípulos bajo un nuevo aspecto: el de la amistad. Nos indica el amor en el cual esta amistad tiene su origen (13); la obediencia por nuestra parte en la cual se mantiene (14), y luego la santa intimidad a la cual conduce (15).

Nuestra relación con Cristo es una relación de amor. Al hablar de esto previamente, mostró lo que era su amor en su gloria celestial; el mismo amor con el cual el Padre le había amado. Aquí tenemos el amor en su manifestación terrena: poner la vida por sus amigos.

«Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.» Cristo anhela verdaderamente que conozcamos que la raíz secreta y la fuerza de todo lo que El hace por nosotros como Vid es el amor. Al aprender a creerlo, sentiremos que aquí hay algo sobre lo que hemos de pensar, pero además un poder divino, una vida divina que hemos de recibir dentro de nosotros. Cristo y su amor son inseparables; son idénticos. Dios es amor y Cristo es amor. Dios y Cristo y el amor divino sólo pueden ser conocidos recibiéndolos por medio de la vida y el poder que obra dentro de nosotros. «Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti»; no hay conocimiento de Dios excepto teniendo esta vida; sólo la vida que obra en nosotros es lo que puede darnos el conocimiento. Y lo mismo el amor; si queremos conocerlo, debemos beberlo de su viva fuente, hemos de recibirlo del Espíritu Santo en nosotros.

«Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.» La vida es lo más precioso que tiene el hombre; la vida es todo lo que tiene; la vida es él mismo. Esta es la mayor medida de amor: cuando un hombre da su vida, no retiene nada, lo da todo. Es esto lo que nuestro Señor quiere dejar claro en cuanto al misterio de la Vid; con todo lo que tiene se ha puesto a nuestra disposición. Quiere que contemos con El, como nuestro; quiere ser nuestra posesión, para que nosotros seamos su posesión. Quiere darnos su vida, no sólo como un acto pasajero, que se realiza una vez, no; sino que quiere hacerse nuestro por toda la eternidad. Vida por vida; El nos dio su vida para poseerla, a fin de que podamos darle nuestra vida para que El la posea. Esto es lo que nos enseña la parábola de la Vid y de la rama, en una maravillosa identificación, en su perfecta unión.

Cuando conocemos esto, no de modo intelectual, sino como experiencia vital, empezamos a ver lo que debería ser nuestra vida como ramas de la Vid celestial. El se entregó a la muerte por nosotros; El se dio a sí mismo para que podamos hallar vida en El. Esta es la verdadera Vid, que sólo vive para que vivamos nosotros en ella. Esto es el principio y la raíz de esta santa amistad a la cual Cristo nos invita.

¡Grande es el misterio de la piedad! Confesemos nuestra ignorancia e incredulidad. Cesemos de tratar de dominarlo con nuestros esfuerzos y nuestro entendimiento. Dejemos que el Santo Espíritu que reside en nosotros nos lo revele. Confiemos en su infinito amor, que dio su vida por nosotros, para que tome posesión de nosotros y se deleite en hacernos totalmente suyos.

ORACIÓN. Su vida por sus amigos. ¡Qué maravillosas son las lecciones de la Vid, que da su vida por las ramas! Y Jesús dio su vida por sus amigos. Y este amor se da a ellos y en ellos. ¡Vid celestial, enséñame bien hasta qué punto Tú quieres vivir en mí!


ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)







TRADUCCIÓN