“Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; sino que os he llamado amigos, porque todas las cosas que le oí a mi Padre, os las he dado a conocer.” Juan 15:15
LA PRUEBA MÁS ELEVADA de la verdadera amistad, y una gran fuente de su bendición, es la intimidad que no retiene nada y admite al amigo a participar de sus secretos más íntimos. Es una gran bendición ser un siervo de Cristo; los redimidos se deleitan en llamarse siervos suyos. Cristo habló de sus discípulos con frecuencia, como sus siervos. En su gran amor, nuestro Señor ahora nos dice: «Ya no os llamo siervos»; con la llegada del Espíritu Santo se inauguraba una nueva época. «El siervo no sabe lo que hace su señor»: tiene que obedecer sin ser consultado o admitido a los secretos y los planes de su amo. «Sino que os he llamado amigos, porque todas las cosas que le oí a mi Padre, os las he dado a conocer.» Los amigos de Cristo comparten con El los secretos que el Padre les ha confiado.
Consideremos lo que significa esto. Cuando Cristo habló de guardar los mandamientos de su Padre, no quería decir simplemente los que están escritos en las Sagradas Escrituras, sino aquellos mandamientos especiales que le habían sido comunicados día tras día, hora tras hora. Eran de éstos que decía: «El Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que hace, y le mostrará aún cosas mayores.» Todo lo que Cristo hizo fue la obra de Dios. Dios se la mostró a Cristo, de modo que El ejecutó la voluntad y propósito del Padre, no —como hacen los hombres— ciegamente y sin conocimiento interior, sino con pleno conocimiento y aprobación. Como quien estaba en el consejo de Dios, conocía el plan de Dios.
Y ésta es ahora la bendición de ser amigos de Cristo, que, a diferencia de si fuéramos siervos, hacemos su voluntad como estando en el círculo íntimo, compartiendo los pensamientos secretos de Dios. Desde el Día de Pentecostés en adelante, por medio del Espíritu Santo, Cristo ha conducido a sus discípulos a la aprehensión espiritual de los misterios del reino, del cual El hasta entonces había hablado sólo en parábolas.
La amistad se deleita en la compañía. Los amigos se reúnen. Los amigos se atreven a confiar, los unos a los otros, cosas que no dejarían saber a otros. ¿Qué es lo que da al cristiano acceso a esta santa intimidad con Jesús? ¿Qué es lo que le da la capacidad espiritual de recibir las comunicaciones que Cristo ha de hacer sobre lo que el Padre le ha mostrado? «Vosotros sois mis amigos si hacéis las cosas que Yo os mando.'» Es la obediencia en amor que purifica el alma. Esto se refiere no sólo a los mandamientos de la Palabra, sino a la bendita aplicación de su Palabra a nuestra vida diaria, que nadie sino el mismo Señor puede hacer. Pero cuando la esperamos en dependencia y humildad y obedecemos fielmente, el alma se hace apta para una creciente amistad, cada vez más íntima, y la vida diaria pasa a ser una experiencia continua de que: «Os he llamado amigos; porque todas las cosas que le oí a mi Padre, os las he dado a conocer.»
ORACIÓN. Os he llamado amigos. ¡Qué gran honor! ¡Qué celestial privilegio! Oh Salvador, di Tu palabra con poder a mi alma: «Te he llamado mi amigo, a quien amo, en quien he puesto confianza, a quien he hecho conocer todo lo que pasa entre mi Padre y Yo.
ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)
ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)


