“Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” Juan 15:11
Si ALGUIEN HACE la pregunta: «¿Cómo puedo ser un cristiano feliz?», nuestro Señor contesta de modo muy sencillo: «Estas cosas» —acerca de la Vid y la rama— «os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.» «No podéis tener mi gozo sin mi vida. Permaneced en mí, y dejadme permanecer en vosotros, y mi gozo estará en vosotros.» Toda vida saludable es una cosa de gozo y belleza; vive una vida contigua a Cristo, a la Vid; tendrás una vida de gozo en una medida rebosante.
Para muchos cristianos, la idea de una vida permaneciendo totalmente en Cristo les parece un esfuerzo penoso. No pueden ver que el esfuerzo sólo ocurre cuando no nos entregamos sin reservas a la vida de Cristo en nosotros. Las primeras palabras de esta parábola no les han mostrado a los tales su significado: «Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre es el Labrador; yo me cuido de todo y lo proveo todo; yo no pido nada a la rama, sino que se entregue por completo a mí y me deje ser él todo en ella. Yo cuido y procuro todo lo que la rama necesita y debe ser.» ¿No debería ser una fuente incesante de gozo el tener una Vid que obra así, y saber que el mismo Hijo bendito de Dios, en su amor, está en todo momento sosteniéndonos y dándonos vida?
Para que mi gozo esté en vosotros. — Hemos de tener el gozo de Cristo en nosotros. Y ¿qué es el gozo de Cristo? Cristo había acabado de hablar del amor del Padre y de su permanecer en El, y de que El nos amaba con el mismo amor. Su gozo no es sino el gozo del amor, el ser amado y amar. Era el gozo de recibir el amor de su Padre, de permanecer en El, y después el gozo de pasar este amor y derramarlo entre los pecadores. Es de este gozo que quiere que participemos, el gozo de ser amados por el Padre y por El; el gozo de nosotros al amar a los que nos rodean y vivir para ellos. Este es el gozo de ser verdaderas ramas: permaneciendo en su amor y luego entregándonos a nosotros mismos en amor para dar fruto para otros. Aceptemos su vida, que El nos da en la Vid; su gozo será nuestro: el gozo de permanecer en su amor, el gozo de amar como El, de amar con su amor.
Para que vuestro gozo sea cumplido. — Para que sea completo, esto es, estéis llenos de este gozo. Es triste que se nos tenga que recordar que sólo Dios es la fuente de todo gozo: «Dios, nuestro gozo preeminente»; ¡el único modo de ser perfectamente felices es tener tanto de Dios como sea posible: identificación con su voluntad; comunión con El tanto como sea posible! Él es el Labrador: yo cuido de todo y lo proveo todo; yo no pido nada a la rama, sino que se entregue por completo a mí y me deje ser él todo en ella. Yo cuido y procuro todo lo que la rama necesita y debe ser.» ¿No debería ser una fuente incesante de gozo el tener una Vid que obra así, y saber que el mismo Hijo bendito de Dios, en su amor, está en todo momento sosteniéndonos y dándonos vida? La religión ha de ser motivo de gozo indecible en la vida diaria. Y ¿por qué se quejan tantos de que no lo es? Porque no creen que no hay gozo semejante al de permanecer en Cristo y su amor, ser ramas a través de las cuales El puede derramar su amor a un mundo que perece.
¡Oh, que la voz de Cristo pueda alcanzar el corazón de cada joven creyente y le persuada a creer que su gozo es el único gozo verdadero, que su gozo puede llegar a ser nuestro y llenarnos verdaderamente, y que la manera segura y simple de vivir en él es permanecer como ramas en El, nuestra Vid celestial! Que esta verdad penetre más profundamente en nosotros: en tanto que nuestro gozo no sea pleno, es señal de que todavía no conocemos debidamente nuestra Vid celestial; todo deseo de una vida más plena debe animarnos a permanecer de modo más simple y completo en su amor.
ORACIÓN. Mi gozo, tu gozo. En esto también ocurre que: como la Vid, así es la rama; toda la Vid en la rama. Tu gozo es nuestro gozo —tu gozo en nosotros, y nuestro gozo es cumplido—. Bendito Señor, lléname de tu gozo, el gozo de ser amado y bendecido con un amor divino; el gozo de amar y bendecir a otros.
ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)


