domingo, 31 de agosto de 2014

Para ganar a Cristo 30 agosto




“Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo.”  Filipenses 3:8


¿Le concedemos nosotros suficiente atención al tema de ganar a Cristo? Es nuestro gozo y privilegio conocerlo como el indecible regalo de Dios, pero nadie sabe más de este tema que el apóstol Pablo. Pero ¿estaba él satisfecho con este conocimiento? ¿O era el ardiente deseo de su alma ganar a Cristo a cualquier costo y conocer así el poder de su resurrección y la participación de sus padecimientos? (Filipenses 3:10) Oh, que Cristo sea conocido por nosotros como una “viva y brillante realidad”  y que nuestro deseo –la pasión que haga palpitar nuestro corazón sea ganar a Cristo personalmente, de la misma manera que anhelaba conocerlo el apóstol.

¿Qué queremos decir con esto de ganar a Cristo? El significado del verbo es ganar mediante el intercambio. En el caso de muchos creyentes se puede decir con verdad que Cristo ocupa un gran lugar en sus corazones, aunque quizá no puedan declarar que Cristo es el todo en todas las cosas de sus vidas y no han llegado al punto de aceptar perderlo todo por ganar a Cristo.

¿Y cómo podemos ganar a Cristo? Rindiendo a su servicio personalmente y con agrado aquello que más valoramos, lo que nos es más querido, y aceptando de corazón cada cruz que el amor del Padre ordene para nosotros. Sabemos que Él nos quita muchas de nuestras fuentes de alegría, y sabemos que Él se revela con mayor plenitud que antes, cuando nos las quita, es decir, mediante estas privaciones. Pero es un triunfo de la fe, el cual glorifica grandemente a Dios, cuando en momentos de aflicción, el alma del creyente gozosamente acepta la forma de actuar del Señor. Cuando la carne y el corazón fallan, cuando nuestras más caras esperanzas y deseos se desvanecen y son contrariados, cuando es bastante claro para nosotros que es la voluntad divina, no la nuestra, la que se está realizando, y nuestros corazones son capaces de regocijarse en esa voluntad, entonces, ciertamente, es cuando ganamos a Cristo, ¡y qué ganancia la que ello significa!

ORACIÓN. Padre amado. Quiero que la pasión número uno de mi corazón sea como la de Pablo: ganarte como el todo de mi vida. Dame los ojos de la fe para ver a tu gran Hijo Jesús obrando en mi vida. Dame la gracia para conocerlo, y el poder de su resurrección. Amén.


(Último día del devocional)


HUDSON TAYLOR - (Devocional diario “SECRETOS ESPIRITUALES”)







TRADUCCIÓN