“Tan pronto como
empezaste a orar, Dios contestó tu oración. He venido a decírtelo porque tu eres muy apreciado.” Daniel 9:23
¿Con qué se podrían comparar las plegarias de Daniel? Me parece a mí que
en intensidad eran como truenos y relámpagos a las puertas del cielo. Se paró
allí frente a Dios y le dijo: “Oh, Altísimo, tú me has traído hasta este punto
así como llevaste a Jacob, y tengo la intención de estar contigo toda la noche
y luchar hasta que llegue el alba. No puedo dejarte, y “no te dejaré hasta que
me bendigas” (Génesis 32:26). Ninguna oración producirá una respuesta
inmediata, si no es una oración ferviente. “La oración del justo es poderosa y
eficaz” (Santiago 5:16); pero si no es ferviente no podemos esperar que sea
eficaz. Tenemos que evitar el lenguaje florido. Debemos pedirle a Dios que
derrita las congeladas cavernas de nuestra alma, y que convierta nuestros
corazones en hornos de fuego ardiendo 7 veces más. Si nuestros corazones no arden quizá nos preguntemos si Jesús está
con nosotros. Él ha amenazado con vomitar de su boca a quienes no son ni fríos
ni calientes (Apocalipsis 3:16). Sí, es cierto que Él “fuego consumidor”, no
tendrá comunión con nosotros hasta que nuestras almas crezcan, maduren y se
conviertan también en "fuego que consume".
¡Ah, por un poderoso clamor! ¡Un clamor! ¡Que prevalezca! ¡Que estremezca
los ámbitos celestiales! ¡Un clamor que abra las puertas de los cielos! ¡Que
sea irresistible para Dios! ¡Un clamor que los santos eleven juntos en amor
y lleno de pasión santa! Deja que
Dios arroje la piedra en el pozo
estancado de su iglesia y podamos ver cómo las ondas del avivamiento son expandidas
a través de todo el mundo. El Reino de Dios se extenderá y vendrán días de
refrigerio y fluyendo de la presencia del Señor. Permítame decir ahora ante su
vista que aun si a Él no le place oírnos al comienzo de nuestra súplica, es
nuestro deseo esperar en Él hasta que lo haga. Aún permaneces escondido tras
las montañas, pero esperamos por ti como aquellos que esperan la mañana. ¡Pero
no te tardes Dios, nuestro! ¡Apresúrate, amado nuestro!
ORACIÓN. Espíritu Santo, enciende en mi alma un fuego de amor apasionado por
Jesús. Que tu presencia derrita los témpanos que han congelado mi corazón.
Amén.
CHARLES SPURGEON -
(Devocional diario "LA ORACIÓN ")