“Ustedes nunca van a
creer si no ven señales y prodigios –le dijo Jesús–. Señor -rogó el
funcionario-, baja antes que muera mi hijo.”
Juan 4:48-49
Note en este caso del oficial del rey que su fe, esa fe que busca, no
solo hace más ferviente la oración, sino más persistente también. Él pidió una
vez y la respuesta fue una aparente reprensión. Pero no dio la vuelta ni se fue
malhumorado. No. Olvidando el rechazo insiste: “Señor, baja por favor”; yo no
puedo decirle en qué tono pronunció su súplica, pero sí le aseguro que fue
expresada de una manera conmovedora, con los ojos humedecidos por las lágrimas
y sus manos cruzadas en actitud de ruego. Con ella parecía decir: Señor, no te
puedo dejar ir a menos que vengas y salves a mi hijo. Por favor, ven. ¿Qué
puedo decirte para que vengas? Que mi afecto de padre sea mi mejor argumento.
Si mis palabras no son elocuentes, deja que mis lágrimas hablen. Que ellas
suplan la insuficiencia de mi lengua.”
¡Qué poderosas oraciones pronuncian las personas que tienen una fe que
busca! Yo las he escuchado a veces suplicarle a Dios con todo el poder que pudo
haber tenido Jacob en el arrollo de Jacob (Génesis 32:24-32). Yo he visto al
pecador bajo convicción agarrándose de los pilares de la puerta de la misericordia
y tocarla como si la fuera a arrancar, antes que irse sin haber entrado. He
visto pecadores constreñidos luchar y esforzarse por entrar al reino de los
cielos. Con razón quienes se presentan ante Dios con oraciones frías no
encuentran paz. Que se calienten en el horno del deseo y encontrarán el camino
ascendente hacia el cielo. Quienes solamente saben decir en la fría forma de la
ortodoxia: “Señor, ten misericordia de mi, pecador” nunca encontrarán misericordia. La persona que clama en la angustia
ardiente de un corazón conmovido “¡Señor, ten misericordia de mí,
pecador!” “¡Sálvame, que perezco!” es la
que logra ser escuchada. El hombre, o la mujer, que derrama su alma en cada
palabra y concentra toda la fuerza en su ser en cada frase de su oración, es
quien gana su entrada en los cielos. La fe que busca puede hacer que una
persona lo logre.
ORACIÓN. Espíritu Santo, conmueve mi corazón y pon fuego al rojo vivo en mis
oraciones. Que las columnas de la misericordia divina sean conmovidas hoy.
Amén.
CHARLES SPURGEON -
(Devocional diario "LA
ORACIÓN ")


