“Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos.” 2 Corintios 8:9
Existen condiciones muy claras para obtener el éxito en nuestra vida espiritual. Si las ignoramos, podríamos trabajar muy duro, y sembrar mucho, y sin embargo cosechar muy poco. ¿No cree usted que el fracaso de muchos de nuestros esfuerzos se debe a nuestro intento de hacer la obra de Dios de manera humana, y a veces hasta a la manera del diablo? ¿Es sorprendente esta pregunta? Le sugiero que lea el relato de las tentaciones que enfrentó nuestro Señor Jesús en el desierto después de su bautismo y note lo que es la manera de Satanás (Mateo 4). ¿No han sido escuchadas, a menudo y sin saberlo, las sugerencias satánicas en el intento de hacer avanzar la obra de Dios? ¿No han sido inducidos a veces los cristianos en nuestro país y en el exterior a comenzar a trabajar, y tal vez a continuar la obra por los incentivos de apoyo y posición prometidos? ¿Se recibirían siempre las mismas sumas de dinero para la obra de Dios si no se pasara el platillo de las ofrendas, o si los nombres de los donantes no se publicaran?
Cuando el Señor de la gloria vino a traer la mayor bendición escogió el lugar más humilde, como el que mejor se adaptaba para cumplir su propósito. De igual manera, cuando quiso enriquecernos a nosotros que estábamos en bancarrota, inteligente y misericordiosamente se vació a sí mismo de todas sus riquezas, algo que no era ni necesario ni adecuado para Él, para llevar a cabo su propósito. Haremos bien en recordar que Él era la sabiduría y el poder de Dios, y necesariamente escogió la manera más sabia y más poderosa para lograr su propósito. Pudo haberse encarnado como un noble romano, y supongo que sin duda por esto hubiera ganado muchos discípulos, pero, ¿qué clase de discípulos? O hubiera podido nacer en la familia de un judío noble y rico, pero no lo hizo así, no era esa la manera de Dios.
Los creyentes de Corinto “conocían la gracia de nuestro Señor Jesucristo que por amor a ellos se hizo pobre, siendo rico, para que ellos con su pobreza fueran enriquecidos” (2 Corintios 8:9). ¿La conocemos nosotros? Si no, ¿Queremos conocerla? ¿Somos imitadores de Dios si no hacemos ningún sacrificio costoso por la salvación de los hombres? El Señor quiere nuestros Isaacs -lo que más amamos- sobre el altar, no nuestros lujos. ¿Podemos presumir que somos seguidores de Cristo si no andamos en amor, tal como Cristo nos amó y se dio a sí mismo por nosotros?
ORACIÓN. Espíritu Santo, escudriña mi corazón y revela la verdad de lo que Tú encuentres en él. Si hay en mi vida algo o alguien que Tú quieres que yo ponga en el altar de la consagración a ti, ayúdame a entregarlo ahora. Amén.
HUDSON TAYLOR - (Devocional diario “SECRETOS ESPIRITUALES”)


