ENFRENTANDO UN NAUFRAGIO
Por Philip Nunn
En Hechos 27 leemos acerca del viaje del apóstol Pablo a Roma. Sabemos
que el Señor quería que Pablo fuera a Roma. Tenía una tarea para él allí (Hechos 23:11). Pero Pablo no viajaba como
un hombre libre: estaba entre los prisioneros del barco. A veces no tenemos el
grado de libertad que quisiéramos. Quizá usted es joven y depende de sus
padres. Quizá usted tiene una edad avanzada y otros toman las decisiones por
usted. Algunas limitaciones pueden presentársenos también por cuestiones
laborales, asuntos de la iglesia, condiciones de salud o responsabilidades
familiares.
DUDAS Y TEMORES. En contra de la voluntad y buen
juicio de Pablo, "levantaron anclas e iban
costeando Creta" (vs.13). De repente un viento huracanado proveniente de la
isla azotó el barco, y persistió por varios días. El
futuro no lucía para nada bien.
Entonces los expertos marineros empezaron a desesperarse y tiraron la carga, e incluso los
aparejos del barco, por la borda. El naufragio ahora parecía inevitable. Pablo, como todos
los demás, estaba mojado, tenía frío, hambre y miedo. Pero el Dios de Pablo veía lo
que pasaba y no era indiferente.
Envió a su ángel con un mensaje que decía: "Pablo, no temas" (vs. 23) y
le recordó al apóstol que había trabajo por hacer en Roma. Haciendo eco de este
pensamiento, el misionero Jim Elliot escribió en su diario: "Mientras su vida esté en las manos del Señor, también lo estarán los días de su vida.
Recuerde, usted es inmortal hasta que usted haya terminado el trabajo que Dios
le ha preparado". Este misionero fue asesinado por los indios Auca en
Ecuador, con sólo 28 años. Fue llamado a casa. Terminó su trabajo asignado.
UNA BASE FIRME. Con un ánimo renovado, Pablo se puso
en pie y se dirigió a sus compañeros
de viaje. En su corta intervención
podemos discernir tres convicciones
que formaron el fundamento de su
confianza:
(a) Pertenencia: "Dios de quien soy" (vs. 23). Pablo
se consideraba a sí mismo como propiedad de Dios. Si pertenecemos a Dios,
también le pertenece nuestra familia, nuestras propiedades, nuestras inversiones,
nuestro ministerio, nuestro futuro.
(b) Propósito: "Dios... a quien sirvo"
(vs. 23). Pablo se consideraba que su vida estaba cumpliendo los planes de
Dios. Pablo no se movía buscando la aprobación de los hombres, ni trataba de
mostrarse exitoso. Su pasión era servir a su buen y misericordioso Maestro. ¿A
quién o a qué busca servir usted?
(c) Confianza: "Yo confío en Dios" (vs. 25).
Pablo consideraba que Dios y a Su Palabra eran dignos de confianza. ¿Está usted
viviendo una situación difícil? ¿Será que Dios ya le ha mostrado Su voluntad? ¿Hay
promesas relevantes en las Sagradas Escrituras de las cuales pueda aferrarse?
Conclusión. A veces el barco de nuestra vida nos
lleva por aguas tranquilas, donde podemos disfrutar de la suave brisa y de un cielo soleado. Pero otras veces, como el apóstol, podemos atravesar por tiempos de fuertes vientos y aguas turbulentas. Nuestro
Dios no siempre calma la tempestad, pero sí provee lo que sus siervos necesitan
para tener "buen ánimo" (vs. 25) incluso cuando se hace
frente a un naufragio. Estas tres
convicciones apostólicas también
pueden ser nuestras.