"La gente buena deja una herencia..." (Proverbios 13:22 NVI)
Es casi seguro que el
apóstol Pablo no dejó dinero ni propiedades al morir, pero sí un legado
extraordinario. Su herencia fueron sus escritos, las personas ganadas para
Cristo, aquellos a quienes formó y edificó y su influencia perdurable. Todos
los días tu vida toca a otros en maneras imperceptibles. No es necesario
conocer personalmente a alguien para beneficiarse de la bendición de su legado.
Así como cuando entras en una habitación vacía y hueles el perfume dejado por
alguien, tu influencia puede seguir después de tu partida. Solemos asociar los
legados con la muerte, así que tratamos de eludir el tema. O a lo mejor
pensamos que como nuestra herencia no va a ser revelada hasta dentro de muchos
años, no necesitamos invertir ahora.
A veces sentimos que no tenemos ningún control de lo que
vamos a dejar. Pero no es verdad: "La gente buena deja una herencia..."
(Proverbios 13:22 NVI). ¿Cuál va a ser la tuya? O lo que es más importante,
¿qué precio tienes que pagar? Puesto que los mejores regalos no son siempre los
que se dejan en las herencias, ¿por qué no intentas centrarte en legar algo más
profundo, algo que defina mejor la clase de persona que eres? Una cosa es medir
el éxito por el dinero que tienes en el banco, el tamaño de tu cartera de
propiedades y de tus valores bursátiles; otra diferente es medirlo por cosas
intangibles como ser un cónyuge fiel, levantar una familia, edificar el reino
de Dios y hacer que tu luz brille con fuerza después de tu muerte. Todos los
legados tienen un precio. Para no quedarte en la mediocridad, tienes que
invertir a diario en las cuentas de los que te siguen.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")


