Piensa por un momento
en todo lo que hoy se opone y se resiste a tu herencia en Cristo. Pueden ser
las palabras que dijeron sobre tu vida cuando era joven: “¡Eres un estúpido!
Nunca lograrás nada. Me voy porque no eres digno de que me quede.” No importa lo
que te hayan dicho, o la naturaleza de la oposición que estés enfrentando en la
actualidad, sólo ten en mente que todo está simplemente tratando de detenerte
justo en la frontera de esta vida increíble de Cristo.
Josué dijo al pueblo:
“ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan”
(Ver Números 14:9). En otras palabras, la oposición nos sostendrá, nos nutrirá
y alimentará. Por supuesto, esto es contrario a la forma en que el hombre natural
piensa. Consideramos que la oposición es algo terrible, más grande que
nosotros. Nos hace sentir como saltamontes a la vista de ellos, nos amenaza e
intimida. Entonces, ¿Cómo es que se supone que nos alimenta?
¿Recuerdas cuando Jesús
estaba ministrando en Samaria y los discípulos fueron a buscar comida para Él?
Regresaron a Jesús y le animaron a comer, pero Él respondió: “Yo tengo una
comida que comer, que vosotros no sabéis” (Juan 4:32). Jesús estaba diciendo en
esencia: “Tengo una fuente de fortaleza de la que ustedes aún no se dan cuenta,
no la han probado todavía, no saben lo que es o cómo los puede nutrir.”
Entonces los discípulos se miraron el uno al otro y se preguntaron: “Bueno,
¿Quién le trajo algo de comer?” Pero Jesús explicó: “Mi comida es que haga la
voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Versículo 34). En otras
palabras, “Esta es mi comida, lo que
alimenta mi vida: Enfrentar todo lo que está en oposición directa a la voluntad
de Dios y conquistarlo en el poder de Dios.”
Jesús continuó: “¿No
decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os
digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la
siega.” (Versículo 35). No sé cuántas veces he oído a cristianos que dicen que
la cosecha está llegando: un gran día en que muchos vendrán a Cristo. Pero aquí
Jesús le decía a sus discípulos: “¡Escucha, alza tus ojos, la cosecha ya está
aquí, lista para ser cosechada!”
“Y el que siega recibe
salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce
juntamente con el que siega.” (Versículo 36). El que sale a cosechar recibirá
salarios, y estos salarios son el alimento y la fuerza de Dios. Se le dará a
aquel que dice: “Señor, te doy las riendas de mi vida. Estoy dispuesto a hacer
el trabajo de Dios no importa a qué tipo de oposición tenga que hacer frente,
porque ahí es donde se encuentra mi alimento”.
CARTER CONLON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)