“Porque lo que era imposible para la ley, por
cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne
de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne.” Romanos 8:3
Cuando como
creyentes sufrimos la persecución, la crítica o incluso la muerte, somos
pecadores que sufren debido a los pecados de los demás. Nuestro dolor puede ser
resultado de los pecados de odio, enojo, envidia o asesinato.
Cristo
también sufrió por los pecados, pero como el inmaculado. Primera Pedro 2:22
dice que Él “no hizo pecado”. Nunca pensó, dijo ni hizo nada malo. Más bien,
todo lo que pensó, dijo e hizo fue perfectamente santo. Los pecados de los
demás lo pusieron en la cruz: de quienes se burlaron de Él y de quienes lo
clavaron en la cruz. Él murió por los
pecados del mundo entero.
El
versículo de hoy dice que Jesús murió “a causa del pecado”. Él sufrió como
ofrenda por el pecado porque “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23). Así
como en el Antiguo Testamento Dios exigía un sacrificio de animal para
simbolizar la necesidad de nuestra expiación por el pecado, el Nuevo Testamento
presenta a Cristo como el sacrificio que no solo proporcionó un símbolo, sino
también la realidad de nuestra expiación eterna por el pecado.
JOHN MACARTHUR - (Devocional "LA VERDAD PARA HOY”)