El Espíritu procura
traer a nuestras vidas, un conocimiento creciente de que Dios va a ser
misericordioso con nosotros a lo largo de todas nuestras pruebas. “Por lo cual, teniendo nosotros este
ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos” (2
Corintios 4:1)
¿Cuál es el ministerio
misericordioso que hemos recibido del Espíritu Santo?: Él abre nuestros ojos a
las tiernas misericordias de Cristo para nosotros. Él implanta en nosotros un
conocimiento interno de que el Señor está de nuestro lado, de que Él es por
nosotros. Y Él nos muestra cuán comprometido está el Señor en librarnos de
caer. ¡Cuán compasivo es Él para con lo que estamos pasando! ¡Cuánto le afectan
los sentimientos de nuestras flaquezas!
Puede ser que ahora
mismo sientas que has sido abusado o que nadie te ama. El diablo te podrá estar
haciendo creer que Dios te ha abandonado a tu propia suerte, que tú mereces
sufrir, que todo ha terminado para ti, que no hay esperanza. Amado, esas son mentiras del infierno. Lo
que Dios más desea es quitar de ti el concepto pervertido que tienes de Él.
Él te ama tiernamente y ya estableció un tiempo para otorgarte todas Sus
misericordias.
David lloró
miserablemente al sentirse abrumado por su situación: “Mi corazón está herido,
y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan… Velo, y soy como
el pájaro solitario sobre el tejado. Cada día me afrentan mis enemigos…mi
bebida mezclo con lágrimas… Mis días son como sombra que se va” (Salmos 102:4,
7-9, 11). Él gimió: “Estoy en una condición terrible: física, mental y
emocionalmente”.
Y fue en ese mismo
momento que Dios determinó liberar a David. Y el Señor se movió rápidamente con
misericordia, ayuda y consuelo. David testificó: “Te levantarás y tendrás
misericordia de Sion, porque es tiempo de tener misericordia de ella, porque el
plazo ha llegado” (Salmos 102:13).
El momento establecido
por Dios para librar a David fue en su hora más difícil, cuando él pensaba: “He
sido reducido a nada”. De la misma manera, hoy, Dios ha establecido una hora
para librarnos y enviar Su favor sobre nosotros y ocurre generalmente en el
peor momento de la prueba. Ese es el momento en el que ya no luchamos para
hacer las cosas a nuestra manera. Por el contrario, admitimos: “Señor, no
puedo. Todo esto es un lío. Te lo entrego a ti”.
DAVID WILKERSON -
(DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)