"...Así como el señor os perdonó, perdonad también
vosotros" (Colosenses 3:13 CST)
Al lavar los pies
sucios de los discípulos, Jesús demostró su disposición para perdonar sus
pecados antes de que los cometieran, lo que demanda un amor extraordinario. Si
dices 'Yo no tengo la culpa', piensa que Jesús tampoco. De todos los hombres de
aquella sala, solamente uno era digno de que le lavaran los pies; y ése fue
quien se los lavó a los otros. Lo fabuloso del ejemplo de Cristo es que la
responsabilidad de crear puentes recae en el fuerte, no en el débil. ¿Y sabes
lo que ocurre? En la mayoría de los casos, si el que tiene razón se ofrece
voluntario para lavar los pies del que está equivocado, las dos partes acaban
de rodillas. Puesto que todos pensamos que tenemos razón, lavémonos los pies
los unos a los otros.
Entiende que las relaciones no prosperan cuando se castiga a
los culpables, sino cuando los inocentes son misericordiosos. La misericordia de
Jesús precedió a los errores de sus discípulos, y la nuestra también tiene que
preceder los errores de los demás. Los que eran cercanos a Cristo no dudaron
del amor que Él los tenía; las personas cercanas a nosotros tampoco deben dudar
de nuestro amor. Escribe Pablo: "...Sed bondadosos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a
vosotros en Cristo" (Efesios 4:32). Puesto que Cristo nos perdonó, podemos
perdonar a los demás. Puesto que Él tuvo un corazón perdonador, nosotros
también podemos tenerlo. Cuando Cristo vive de verdad en nosotros, no tenemos
ninguna alternativa mejor. Hay un poder extraordinario en las palabras: 'Te
perdono; te quiero; olvidemos esto'. ¿Habrá alguien sentado a tu mesa hoy que
necesite estar seguro de tu perdón?
"Por amor de Sión no callaré y por amor de Jerusalén no
descansaré... hasta que restablezca a Jerusalén y la ponga por alabanza en la Tierra.. ." (Isaías
62:1-7)
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")