LOS 3 TIEMPOS VERBALES DEL EVANGELIO
Por Derek Thomas
Nunca vamos a ir más allá del evangelio. Lo que nos salvó en el pasado,
cuando todavía estábamos en nuestros pecados –hijos caídos de Adán por
naturaleza– fue la gracia de Dios en el evangelio. En ninguna parte es puesto
esto más sucintamente que en Efesios:
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe. Y esto no es de vosotros,
pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
Pero en el Nuevo Testamento también se puede hablar de nuestra salvación
en tiempo presente –que estamos “siendo salvados” (1 Corintios 1:18; 2 Cor 2:15)–
así como en el tiempo futuro –“seremos salvos” (Romanos 5:9)–.
Sólo hay una salvación y un camino de salvación. Lo que ocurrió en
nuestro pasado, trabaja por sí solo en el presente, y llega a la consumación en
el futuro, es de una sola pieza. Justificación ahora conduce a la glorificación
entonces (Rom. 8:29-30).
Es cierto que algunos hablan imprudentemente acerca de ser
"salvados otra vez", como si la salvación se pudiese perder un día y
recuperarse el siguiente. En verdad,
algunos que hablan de esta manera nunca se salvaron en realidad. Habían
tomado una decisión, pero era sólo eso: una decisión humana y no una obra
soberana de renovación de vida en el Espíritu Santo “de lo alto” (cf. Juan 3:3,
5). Otros que hablan de esta manera se pueden haber convertido, pero nunca
adquirieron la totalidad de la seguridad que debe acompañarla, y cuando lo
hicieron, se sentían como un nuevo nacimiento de nuevo.
¿Por qué, entonces, habla el Nuevo Testamento de la salvación en tres
tiempos? La respuesta radica en la consideración de lo que ocurre en la
salvación. Inicialmente, en el momento de la regeneración, nuestros pecados son perdonados –todos y
completamente. Hemos sido liberados de la pena del pecado. Mediante la fe, somos contados como justos –tan justos como Cristo lo
es– Luego, está la santificación
–un proceso en el que estamos siendo liberados del poder del pecado– En última
instancia, en el cielo, seremos liberados de la presencia del pecado. John
Stott ha argumentado que cuando Pablo razonó con el gobernador Félix acerca de
“la justicia, el dominio propio y el juicio venidero” (Hechos 24:25), él estaba
señalando los tres tiempos de la salvación.
En cada etapa, la justificación, la santificación, la glorificación –venimos
con las manos vacías, buscando la misericordia de nuestro Padre celestial–
Incluso en el momento de nuestra obediencia como cristianos debemos “ocupaos en
[nuestra] salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12) –lo hacemos sólo porque
Dios obra “en [nosotros], tanto el querer como a trabajar por su buena
voluntad” (v. 13)–. Y cuando entramos en las mismas puertas del Cielo, la sabiduría
dictará que mostremos nuestras manos vacías y decir con Edward Mote: En Cristo la roca sólida estoy firme; El resto del suelo es arena movediza.
En el momento en que nos desviemos del evangelio, pereceremos. Pero si
nos mantenemos en el camino estrecho del evangelio, nos llevará camino a casa.
(Este extracto es una adaptación del
libro de Derek Thomas: How the Gospel Brings Us All the Way Home)