“Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna
sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” 1 Corintios 2:2
Jesucristo
evoca muchas imágenes en la mente de las personas. Algunas lo ven como un
niñito en un pesebre: el Cristo de la Navidad. Otras lo imaginan de niño, tal vez
viviendo en el hogar de un carpintero o confundiendo a los guías religiosos de
Jerusalén. Muchas personas lo perciben como un compasivo y poderoso sanador que
sanaba a los enfermos y resucitaba a los muertos. Aun otras lo presentan como
el valeroso y apasionado predicador que enseña la Palabra de Dios a grandes
multitudes. Y hay quienes lo ven como el hombre perfecto: un modelo de virtud, bondad, simpatía, interés, cuidado, ternura,
perdón, sabiduría y comprensión.
Pero la
imagen de Cristo que supera a todas las demás es la de Jesucristo en la cruz.
Conocer a Cristo crucificado es conocerlo como el autor y consumador de su fe,
la verdadera descripción de su persona y de su obra.
El
sufrimiento de Cristo en la cruz es el punto central de la fe cristiana. Allí
es donde se ve con más claridad su deidad, su humanidad, su obra y su
sufrimiento.
JOHN MACARTHUR - (Devocional "LA VERDAD PARA HOY”)