“Si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá
mantenerse?” Salmos 130:3
Muchos cristianos
luchan como David. Cuando el temor santo y justo de Dios es implantado en su
alma, Su terrible majestad acampa sobre ellos. Ríos de Su ley señalan
directamente a su corazón, y comienzan a languidecer en agonía. Como David,
claman, Señor, ¿quién puede estar delante de ti? ¿Quién puede soportar tu
santidad?
Jonás hizo la misma
pregunta. Él estaba literalmente en el fondo del océano, sin poder escapar de
su dilema. También él clamó: “Me echaste a lo profundo, en medio de los mares,
y me rodeó la corriente; todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí…descendí a
los cimientos” (Jonás 2:3, 6).
¿Quién lanzó a Jonás a
aquella profundidad de tinieblas? ¡Fue Dios! Ciertamente, fue el Padre
celestial quien llevó al profeta al mismo fondo y preparó un gran pez para que
se lo tragara.
Dios no estaba enojado
con Jonás, entonces, ¿por qué permitió que esto le sucediera a él? ¡Porque Él
quería detener a su siervo de huir de Su voluntad! Él quería que Jonás siguiera
Su plan, para que fuera bendecido. En
resumen, ¡Dios llevó a Jonás a las profundidades para restaurarlo!
Jonás 2:2 nos dice
exactamente lo que Dios buscaba: “Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó;
desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste”. El Señor estaba esperando que
Jonás se volviera a Él, que clamara sólo a Él. “Entonces dije: Desechado soy de
delante de tus ojos; mas aún veré tu santo templo” (versículo 4). “Cuando mi
alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová” (versículo 7).
En la actualidad, el
Señor hace lo mismo con nosotros: Él permite que nos hundamos en la
desesperación de nuestro pecado hasta que no tengamos otra opción que recurrir
a Él. Y finalmente, desde el vientre de nuestro infierno, clamamos: ¡Oh Señor,
por favor escúchame! No tengo esperanzas. ¡Tienes que liberarme!”
Quizás has llegado al
fondo de tu pecado. Simplemente, parece que no puedes obtener la victoria sobre
ese pecado que te asedia. Y ahora el Señor ha permitido que desciendas a las
profundidades. Sin embargo, todo es con un propósito. Él está esperando que,
como Jonás, tú puedas “mirar otra vez a Él”.
Tenlo por seguro, que
cuando Jonás clamó al Señor, Dios lo libró rápidamente:” Y mandó Jehová al pez,
y vomitó a Jonás en tierra” (versículo 10). Dios le dijo al pez: “¡Basta ya!
Ahora, vomítalo. ¡Mi siervo me ha invocado y Yo le voy a contestar!”