“Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de
la conmoción de mi corazón. Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi
suspiro no te es oculto.” Salmo 38:8-9
¿Te encuentras tan
desesperado como lo estaba David? ¿Te has encerrado con el Señor, te has
postrado y has gemido ante Él? Una oración aburrida, callada y floja no logrará
nada. Si no estás descargando tu corazón ante Dios, realmente no quieres
sanidad, ¡quieres rendirte!
Tienes que clamar a
toda voz, como David, “¡Señor, escucha mi súplica! ¡No te dejaré hasta que me
contestes!”
Déjame ilustrarte la
clase de desesperación que David experimentó. Suponte que vas camino a casa y
al doblar la esquina de tu calle, ves carros de bomberos estacionados frente a
tu casa. Humo negro está saliendo de las ventanas y todo el lugar está a punto
de encenderse en llamas. Y tú sabes que tu cónyuge e hijos están atrapados
adentro.
Dime, ¿cuán tranquilo y
calmado estarías en ese momento? ¿Cuánto tiempo estarías sin hacer nada,
esperando que el fuego se apague por sí solo? ¿Te sentarías ahí calladamente
orando: “Jesús, espero que tú apagues el fuego”? ¡No! ¡Si tuvieras algo de amor en tu corazón, correrías a tu casa a través
del humo y tratarías de hacer algo!
Si tu matrimonio está
en problemas, entonces tu hogar se está quemando y tu relación está sufriendo.
Si permites que este fuego continúe, vas a perderlo todo.
Entonces, ¿tienes temor
de Dios por tu matrimonio? ¿Te sientes cargado con culpabilidad y condenación
por el rol que has cumplido en su desintegración? Si es así, no trates de
calmar tu conciencia. Dios te está mandando Su palabra fuerte porque te ama. Él
te está advirtiendo en forma misericordiosa, tratando de despertarte antes que
te autodestruyas. Así que corre a Él y ora diligentemente. Toda sanidad
comienza al llamar Su Nombre con urgencia.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)