En ocasiones, a lo
largo de años en el ministerio, he sido sobrecogido por enemigos que se
levantaron contra mí. En aquellos momentos, sentía la disciplina del Señor como
una vara en mi espalda. Recuerdo un periodo en particular, cuando yo estaba
siendo calumniado por todos los lados. Otros ministros me preguntaban:
"David, estoy oyendo cosas cuestionables acerca de ti. ¿Son ciertas? Todo
este asunto acerca de ti, ¿viene del diablo o es Dios tratando de
hablarte?"
Incluso esa pregunta me
ofendía y el dolor emocional de todo esto me aplastó totalmente. Quedé exhausto
físicamente por la batalla en curso y apenas podía enfrentar el ir a la iglesia
a predicar. Una mañana mi esposa literalmente tuvo que levantarme de mi silla
en mi estudio. A mitad de camino a la iglesia, yo le dije que no podía seguir
adelante. Ya no podía enfrentarme a otra persona en nuestros servicios, que se
preguntara si yo era un farsante.
Finalmente clamé:
"Señor, ¿qué he hecho para merecer esto? ¿Cuál es mi pecado?"
Entonces Dios me condujo a esta oración de Jeremías: "Castígame, oh Jehová, mas con juicio; no con tu furor, para que
no me aniquiles" (Jeremías 10:24).
Estas palabras de
Jeremías se volvieron mi oración diaria durante ese tiempo severo de prueba:
"Señor, castígame y júzgame si debes. Pero por favor, ¡no lo hagas en ira!
Si oigo una palabra airada más, me destruirá. Por favor, no me reduzcas a
polvo, Señor. ¡Ya estoy por los suelos!"
Cuando terminé de orar, el Señor me respondió: "David,
si elijo corregirte, es porque te amo. Esta prueba, para nada es acerca de
Mi juicio. Yo soy misericordioso y amoroso para contigo, así que ¡quédate
quieto y mira Mi gloria!" Este conocimiento de Su gloria me llevó a través
de todo, hasta un lugar de descanso total y Dios me reivindicó por todos lados.
Amado, una vez que
tienes esta revelación de la gloria de Dios, nunca más tendrás temor de que Él
te vaya a corregir en ira. Él lleva su vara en una mano tierna y amorosa. Él te
va a disciplinar, pero sólo en compasión de gracia. Él nunca te hará daño ni te
echará a un costado. ¿No debiera esto hacer que nuestros corazones se derritan
ante Él en adoración?
"Porque Jehová al
que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere" (Proverbios 3:12).
DAVID WILKERSON -
(Devocional Diario “ORACIONES”)