Israel, en los días del
profeta Ezequiel era lascivo y orgulloso. Los hombres cometían abominaciones
con las esposas de sus vecinos e incluso contaminaban a sus nueras. Los
profetas que alguna vez fueron santos, se convirtieron en apóstatas y ya no
discernían entre lo santo y lo profano. Los líderes de la nación se volvieron
lobos voraces, buscando ganancias deshonestas, derramando sangre, hablando
mentiras e imponiendo cargas a los pobres.
Israel se olvidó de los
caminos de Dios y la nación se hizo tan débil, mundana y sin poder que Dios
hizo de ellos el hazmerreír del mundo secular. Él dijo: "Te he dado en oprobio a las naciones, y en escarnio a todas las
tierras" (Ezequiel 22:4).
¡Qué acusación más
severa! Dios le estaba diciendo a Israel: "¡Ustedes han despreciado tanto
las cosas santas, entregándose por completo a la lujuria, que voy a tener que
quitar su testimonio!"
Ezequiel era un hombre
mayor en aquél entonces, pronto para partir de la escena. Así que, ¿cómo trató
Dios con esta situación? Le dijo a Ezequiel: "Y busqué entre ellos hombre
que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la
tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé" (versículo 30).
¡Imagínatelo! El destino de Israel descansaba en que Dios
pudiera hallar un solo hombre confiable, justo. Sin embargo, Él le dijo a Ezequiel:
"No encontré ninguno. Por lo tanto, he derramado sobre ellos mi ira"
(versículos 30-31).
Dios le dijo lo mismo
al profeta Jeremías: "Recorred las calles de Jerusalén…buscad…si halláis
hombre, si hay alguno que haga justicia, que busque verdad; y yo la
perdonaré"(Jeremías 5:1). Él le dijo al profeta: "Voy a perdonar a la
nación entera si pudiera encontrar tan solo a un hombre que se ponga de pie en
la brecha. ¡Todo lo que necesito es sólo un alma que esté totalmente rendida a
Mi voluntad!"
Amados, hoy escuchamos
un “Babel” de voces en la iglesia clamando por formas más relevantes y
contemporáneas de alcanzar el mundo. Y se están ensayando muchos programas
extraños y carnales. Sin embargo, en mis muchos años de ministerio, he visto
estos tipos de programas venir e irse. Se apoyan totalmente en apaciguar la
carne, no teniendo nada que ver con la cruz. Las multitudes que atraen viven
vidas vacías, insatisfechas y nunca han sido expuestas al Evangelio de
separación del mundo y de sus deseos. El mundo se burla de estos programas,
tildándolos de mera necedad.
DAVID WILKERSON -
(Devocional Diario “ORACIONES”)


