Una de las acciones irritantes en el matrimonio hoy en
día es la ley del hielo. Una joven mujer me pidió que “haga entrar en razón” a
su marido. “Todo lo que hace”, decía ella, “es cerrarse cuando no estamos de
acuerdo. Él no contraataca, sólo sale por la puerta. Cuando se tranquiliza,
vuelve a casa, pero se comporta fríamente, hasta que me reconcilio con él.
Puede pasar días sin decir una palabra. ¡Lo odio! Preferiría que grite o
incluso me golpee, pero no mas ley del hielo, no lo puedo soportar más”.
Es un error mortal decir a tu esposo o esposa: “Déjame en
paz. No quiero hablar. Estoy pasando por momento difícil, así que sólo déjame
resolverlo por mí mismo. No quiero estar cerca de nadie en este momento”. Eso
no sólo es estúpido, es una forma de desprecio genuino. ¿De qué se trata el
matrimonio sino de compartir y ayudarse mutuamente a través de cada crisis?
He escuchado todas las excusas: “No me siento bien”,
“Tuve un día realmente malo”, “Tengo los nervios destrozados”. Pero estas
excusas no te otorgan el derecho moral para excluir a alguien que te ama.
Siempre mantén la puerta de tu corazón abierta para aceptar ayuda momentos de
necesidad. La Biblia dice: “Como ciudad
derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”. (Proverbios
25:28).
Si el gozo de Jehová es nuestra fuerza (Nehemías 8:10),
entonces los matrimonios fuertes deberían tener gozo abundante. Cuando el
matrimonio pierde su gozo, se vuelve débil y vulnerable. Muéstrame un hogar
feliz, y yo te mostraré una pareja feliz al timón.
Los esposos y esposas que ya no se ríen y juegan juntos
ya no se aman. Hay un infantilismo alegre en el amor verdadero. He llegado a la conclusión de que nuestros
matrimonios están sufriendo de demasiados maridos serios y esposas tristes.
Claro, hay dificultades, enfermedades, problemas
inesperados, problemas financieros, incomprensión, dolor, e incluso muerte.
Pero la vida sigue, y es una pena que muchas parejas nunca disfruten de la
vida. Mantienen la esperanza de que algún día estén felices y contentos. La
vida se pasa muy rápidamente y todo lo que tienen para mostrar son las arrugas
y las líneas de expresión en sus preocupadas caras.
¡No, gracias! ¡Eso no es para mí! El futuro es ahora.
Dios está en el trono y Él tiene todo bajo control. Hay un tiempo para llorar,
pero también para el regocijo. Lo bueno supera a lo malo, así que levanta la
vista y vive.
La Biblia dice: “El corazón alegre constituye buen
remedio; mas el espíritu triste seca los huesos”. (Proverbios 17:22).
DAVID WILKERSON - (Devocional Diario “ORACIONES”)