“Conforme a mi anhelo y
esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como
siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo.” Filipenses 1:20
El versículo de hoy recuerda la promesa de Cristo en
Mateo 10:32: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo
también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos”. El que
reconoce a Cristo como Señor en la vida o en la muerte, si fuera necesario, es
a quien el Señor reconocerá delante de Dios como suyo.
El apóstol Pablo podía regocijarse en esa verdad. Sabía
que nunca sería avergonzado ante el mundo, ante el tribunal del César ni ante
Dios mismo porque sabía que Dios sería glorificado en su vida. El Antiguo Testamento afirma que los justos
nunca serán avergonzados, mientras que los injustos sí lo serán.
Ser avergonzado quiere decir desalentado, desilusionado o
desacreditado. Pablo sabía que eso nunca le sucedería gracias a la promesa de
Dios a los justos. Pudiera haber tenido en mente Isaías 49:23: “No se
avergonzarán los que esperan en mí”. Sea usted uno de los que no se
avergonzarán.
JOHN MACARTHUR
- (Devocional "LA
VERDAD PARA HOY)