El piadoso apóstol Pablo estaba lleno del Espíritu Santo
y de revelación, oraba fervientemente y caminaba diariamente en comunión íntima
con Jesús. Sin embargo, admitió que era continuamente abofeteado, difamado,
despreciado y agraviado. Lo calumniaban, atacaban su persona, y su nombre era
reprobado.
Pablo sufrió tanto y tan a menudo, que hasta sus hijos
espirituales se preguntaban por qué enfrentaba constan-temente problemas y
persecución. Cada vez que lo veían, su cara estaba amoratada, sus huesos
estaban rotos, o su cuerpo estaba cubierto de marcas. Por supuesto, que esto
hería a Pablo profundamente. Aquí estaba un poderoso y sincero predicador de la
gracia y liberación de Dios, y dondequiera que iba era insultado y difamado.
El apóstol dijo que le quedaba un sólo amigo, Onesíforo,
quien “no se avergonzó de [sus] cadenas” (2 Timoteo 1:16). Pablo dijo de su
amigo: “Este hombre no se avergüenza de mi encarcelamiento. ¡Él sabe bien que
en mi vida no hay pecado escondido!”
Pablo también había sido alentado por un grupo de
creyentes cuando dijo: “Porque de mis
prisiones también os resentisteis conmigo” (Hebreos 10:34 RVA). Él estaba
diciendo: “Esta gente siente lo que yo estoy sintiendo.” Ellos no abandonaron a
Pablo en sus pruebas porque ellos mismos “con vituperios y tribulaciones
[fueron] hechos espectáculo; y por otra, [llegaron] a ser compañeros de los que
estaban en una situación semejante.” (Versículo 33). Estos creyentes se habían
convertido en “compañeros de aflicción” para el apóstol, porque lo mismo que le
estaba pasando a Pablo ¡le había pasado a ellos!
Conozco un ministro sumamente espiritual quien por años
sufrió embates satánicos y persecución de otros creyentes. Cada vez que lo
veía, me pedía la oración por sus problemas. Yo accedía gustosamente, pero al pasar el tiempo, ya que sus pruebas
persistían, comencé a molestarme. Finalmente, le pregunté sin rodeos: “No
entiendo por qué siempre eres atormentado. Eres uno de los pastores más
consagrados que conozco, tienes intimidad con el Señor, siempre en oración y
estudiando su palabra continuamente. ¿Por qué el Señor permitiría que enfrentes
constantes problemas?”
Pero ahora entiendo que este hombre consagrado fue
entregado a situaciones de muerte diariamente porque estaba lleno de la vida de
resurrección. Dios quería usarlo de forma poderosa, así que lo entregaba a la
muerte en cada área de su vida. Dios quería que no quedara nada que impidiera
la bella manifestación de Cristo en él.
¡Satanás estaba decidido a destruir el testimonio de
Pablo porque sabía que una gran manifestación de Cristo estaba a punto de
brillar en su vida!
DAVID WILKERSON - (Devocional Diario “ORACIONES”)