DESPOJANDO LA
JUSTIFICACIÓN DE SU GLORIA
Por Josef Urban
"Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él." 2 Corintios 5:21
¿Alguna
vez has escuchado que al justificarnos, Dios nos trata como si nunca hubiéramos
pecado? Pues es cierto en algún sentido, pero no es toda la verdad. De hecho,
si eso es lo único que entendemos acerca de como Dios nos trata al
justificarnos, quitamos del pleno significado de la doctrina bíblica de la
justificación la despojamos de su gloria.
Bíblicamente,
la justificación consiste de dos aspectos. Un aspecto es negativo y consiste
del perdón, es decir, de borrar toda injusticia de nuestra cuenta. Otro aspecto
es positivo y consiste de atribuir justicia positiva a nuestra cuenta. Podemos
decirlo así: Nosotros teníamos una deuda
de pecado para con Dios que era tan enorme que nunca podíamos pagarla. Pero
Cristo pagó la deuda con Su sangre, y la borró totalmente de nuestra historia.
Este es el primer aspecto de la justificación y nos pone en lo neutral, ya
libres de estar bajo la condenación que merecíamos por nuestro pecado. Pero
además de eso, Dios también atribuye a nuestra cuenta todas las riquezas de la
justicia perfecta de Cristo de tal manera que legalmente nos hace ricos en
justicia, con una justicia verdaderamente positiva y maravillosa.
Es
esta justicia perfecta a que Pablo se refiere en 2 Corinitios 5:21, que llama "la justicia de Dios". En
virtud de la obra de Cristo y nuestra fe en Él, Dios nos acepta no sólo como si
nunca hubiéramos pecado, sino también como si fuéramos Su Hijo perfecto con la
misma justicia de Dios. No sólo nos perdona sino también nos ve con gusto y
agrado y nos adopta como hijos suyos, teniendo complacencia en nosotros así
como tiene en Cristo. Es este segundo aspecto de la justificación que magnifica
la gloria de esta doctrina como ningún otro.
El
Apóstol Pablo alude a esto en 2
Corintios 5:21. "Él que no conoció pecado" es el Señor
Jesucristo. Y dice que Dios el Padre "lo hizo pecado por nosotros".
Ahora, no está diciendo que literalmente fue hecho pecado en Su naturaleza. Su
naturaleza y constitución moral no se transformó literalmente a fin de
consistir de algún tipo de sustancia pecaminosa. Esto es obvio por varias
razones:
-
En primer lugar, el texto dice claramente que Él "no conoció pecado".
La palabra "conocer" habla de experimentarlo personalmente y habla de
que Cristo nunca pecó ni fue hecho pecador. Siempre era santo y justo, incluso
cuando estaba en la cruz. Ni en la cruz podemos decir que era pecador, porque
aún allí era justo (Luc. 23:41; 2 Ped. 1:19).
-
Segundo, si Cristo fuera hecho pecado literalmente por una infusión de
pecaminosidad e inmundicia en Su naturaleza y constitución moral, Él no podría
ser el sacrificio sustitutivo sin mancha que el Santo Dios requería y Su
sacrificio no hubiera sido aceptado por el Padre.
-
Tercero, el Señor Jesucristo, siendo de la misma esencia de deidad con el Padre
(Jn. 10:30; Col. 2:9), jamás podría contaminarse con la inmundicia del pecado,
pues la deidad no puede contaminarse con inmundicia porque es tres veces
"Santo" (Isa. 6:3).
-
En cuarto lugar, existe un paralelismo evidente en el mismo texto que hace
hincapié no en ninguna infusión sino en una imputación. El paralelo es uno de contraste
y enseña que así como Cristo es "hecho pecado", nosotros somos
"hechos justicia de Dios". Ahora, es evidente por la Escritura, por
nuestra experiencia, y por el sentido común que no somos hechos perfectamente
justos en nuestra experiencia o en nuestra constitución moral cuando el Señor
nos salva. Dios no nos infunde con Su justicia en la justificación para cambiar
nuestra naturaleza a fin de hacernos justos, sino más bien nos imputa con Su
justicia legalmente a fin de contarnos como justos y considerarnos justos
delante de los ojos de Su santa Ley. Así
que, 2 Corintios 5:21 está hablando de tratarnos como justos legalmente por la
imputación de la justicia de Cristo a nuestra cuenta, y de la misma manera,
por el evidente paralelismo que existe, está hablando de tratarlo a Cristo como
si fuera pecador (aunque no lo era) no por ninguna infusión de inmundicia en Su
constitución moral sino por la imputación legal de la culpabilidad de nuestro
pecado a Su cuenta.
A la luz de todo esto, es evidente que el Apóstol tenía la imputación en mente cuando escribió 2 Corintios 5:21. Nuestro pecado fue imputado a Cristo, y Dios lo trató a Él como si fuera el pecado mismo, y lo aplastó bajo Su ira mientras el Hijo llevó sobre sí la maldición de la Ley (Gal. 3:13). Dios tomó la culpabilidad legal de nuestro pecado que era causa de condenación y la puso sobre Cristo, y castigó a Su Hijo en nuestro lugar como nuestro Sustituto divino, a fin de aplacar Su ira. Esta es la primera imputación de que habla en 2 Corintios 5:21: la imputación de nuestro pecado a Cristo. La segunda imputación de este versículo es la de la justicia perfecta de Cristo. Él, siendo Dios encarnado mismo, tiene toda la "justicia de Dios" en virtud de Su justicia intrínseca y Su vida de obediencia perfecta como Mediador. Entonces Dios toma esta justicia de Su Hijo y la imputa a nuestra cuenta, a fin de aceptarnos como si fuéramos perfecta y positivamente justos. Entonces la primera imputación aquí es la de nuestro pecado a Cristo, y la segunda es la de la justicia de Cristo a nosotros. La primera imputación resulta en nuestra liberación de la culpabilidad del pecado (Rom. 8:1), y la segunda imputación resulta en el recibir una perfecta justicia positiva a fin de ser los objetos del todo el santo agrado y placer de Dios (Isa. 62:5).
A la luz de todo esto, es evidente que el Apóstol tenía la imputación en mente cuando escribió 2 Corintios 5:21. Nuestro pecado fue imputado a Cristo, y Dios lo trató a Él como si fuera el pecado mismo, y lo aplastó bajo Su ira mientras el Hijo llevó sobre sí la maldición de la Ley (Gal. 3:13). Dios tomó la culpabilidad legal de nuestro pecado que era causa de condenación y la puso sobre Cristo, y castigó a Su Hijo en nuestro lugar como nuestro Sustituto divino, a fin de aplacar Su ira. Esta es la primera imputación de que habla en 2 Corintios 5:21: la imputación de nuestro pecado a Cristo. La segunda imputación de este versículo es la de la justicia perfecta de Cristo. Él, siendo Dios encarnado mismo, tiene toda la "justicia de Dios" en virtud de Su justicia intrínseca y Su vida de obediencia perfecta como Mediador. Entonces Dios toma esta justicia de Su Hijo y la imputa a nuestra cuenta, a fin de aceptarnos como si fuéramos perfecta y positivamente justos. Entonces la primera imputación aquí es la de nuestro pecado a Cristo, y la segunda es la de la justicia de Cristo a nosotros. La primera imputación resulta en nuestra liberación de la culpabilidad del pecado (Rom. 8:1), y la segunda imputación resulta en el recibir una perfecta justicia positiva a fin de ser los objetos del todo el santo agrado y placer de Dios (Isa. 62:5).
Eso
quiere decir que ahora, en virtud de la vida de obediencia perfecta y la muerte
de Cristo, todos los que creen en Él son hechos recipientes de un estado legal
delante de Dios y una posición de favor ante Sus ojos que va más allá de lo que
Adán tenía en el estado de inocencia. Antes de la caída, Adán tenía la ausencia
de culpabilidad, pero no tenía una justicia positiva y perfecta, porque no
había llevado a cabo una vida plena de obediencia positiva y perfecta a todos
los mandatos de Dios.
¡Pero Cristo lo hizo! Él, siendo Hombre, vivió una vida plena y rindió una obediencia positiva a todos los mandatos de Su Padre, y como el Mediador, ganó una gloriosa justicia positiva que ahora nos es dada en virtud de haber confiando en Él para salvación. Así que, ¡el favor que Dios derrama sobre nosotros va mucho más allá de lo que Adán conocía en el estado de inocencia! ¡Es el favor que derrama sobre Su mismo Hijo Jesucristo! ¡Dios se complace en nosotros con gran gozo porque Dios se complace en Sí mismo, y nosotros somos hechos la "justicia de Dios" en Cristo forensemente!
¡Pero Cristo lo hizo! Él, siendo Hombre, vivió una vida plena y rindió una obediencia positiva a todos los mandatos de Su Padre, y como el Mediador, ganó una gloriosa justicia positiva que ahora nos es dada en virtud de haber confiando en Él para salvación. Así que, ¡el favor que Dios derrama sobre nosotros va mucho más allá de lo que Adán conocía en el estado de inocencia! ¡Es el favor que derrama sobre Su mismo Hijo Jesucristo! ¡Dios se complace en nosotros con gran gozo porque Dios se complace en Sí mismo, y nosotros somos hechos la "justicia de Dios" en Cristo forensemente!
¡Gloria a Dios! No
sólo quita de nosotros las ropas contaminadas de lo vil, ¡sino también nos
viste con vestiduras espléndidas de gran gloria! ¡Y derrama tanto
favor y bendición sobre nosotros que es motivo de gran gozo y regocijo por toda
la eternidad! Por eso el profeta dijo, "En gran manera me gozaré en
Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de
salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a
novia adornada con sus joyas." (Isa. 61:10)
Entonces,
el primer aspecto de la justificación es el perdón de nuestros pecados por la
imputación de los mismos a Cristo. El Señor los quita y los borra para siempre.
El segundo aspecto es la recepción de una justicia perfecta ("la justicia
de Dios") por la imputación de Su justicia a nosotros. Es este segundo
aspecto que resulta en nuestra adopción como hijos a la familia de Dios, y en
una herencia eterna y gloriosa de riquezas de gloria de las cuales ni podemos
imaginar. Por eso, si decimos que en la justificación, Dios nos trata como si
nunca hubiéramos pecado, y eso es lo único que decimos y lo único que
entendemos, entonces despojamos la doctrina bíblica de su gloria.